Ya sabemos que los canarios somos trotamundos y que, una vez
lejos de nuestros templados climas, nos gusta darnos al descubrimiento de tierras
lejanas. También lo son los valencianos, y si no, al menos cuentan con uno de
los compositores más viajeros, de nombre Vicente Martín y Soler que, naciendo
en Valencia, se trasladó a Italia, y de ahí a Viena. En la ciudad imperial se
codeó con Mozart, Haydn, Beethoven y Salieri, pero no le mereció la pena competir con
ellos; así que se marchó a San Petersburgo, aprovechando una invitación de
Catalina la Grande, y allí se estableció como director de
la Ópera de la ciudad hasta que murió en 1806.
No me consta que ningún canario destacado en la historia de
la música haya logrado semejantes hazañas en esa época, pero he averiguado
recientemente, y por azar, que aborígenes canarios vendidos como esclavos al
término de la conquista propagaron sus costumbres musicales por Europa, y que
se hizo muy popular un baile denominado “Canario”. Lo cita
Shakespeare en “Love’s labour’s lost” como herramienta para el cortejo (to jig
off a tune at the tongue's end, canary to it with your feet); y en “All’s well
that ends well” (I have seen a medicine that's able to breathe life into a stone, quicken a rock, and make you dance a canary with spritely fire and motion).
Todo esto lo he aprendido tras leer
una interesante reseña sobre Elisabeth Jacquet de la Guerre. Se trata de una
compositora y clavecinista francesa contemporánea de Lully, que se las ingenió
para elevar su obra entre las de sus competidores masculinos durante la singular
hegemonía de Luis XIV. Compuso óperas y numerosas piezas para clavecín, y entre
ellas muchos “Canarios”. Por lo visto esta danza aborigen fue adoptada primero por el vulgo peninsular, y posteriormente por todas las
cortes Europeas, recibiendo la mejor acogida en la francesa. Por eso aparece con frecuencia en los ballets de Lully y en el repertorio clavecinístico de Couperin y Chambonnières.
Las danzas de los primeros
canarios eran en su esencia muy parecidas a las actuales. El musicólogo Lothar
Siemmens las clasifica de acuerdo a estos tres tipos: competitivas, rituales y
festivas; perteneciendo nuestro Canario a esta última categoría. Se trataría de una danza de requerimiento y rechazo en la que dos filas de danzantes enfrentados se acercan y se alejan entre sí. Parece que todas las fuentes coinciden en afirmar que se trata de una danza ruidosa y espontánea, y que ha de ser interpretada a la manera de los salvajes. Así dice del baile Canario Thoinot-Arbeu en su tratado Orquesographie de 1588 "...pareciéndose en gran manera a la danza de los salvajes".
De ahí que en ocasiones haya sido confundido con la rápida y precipitada Giga. Por ejemplo, Quantz sostiene que la “la Giga y el Canario tienen el mismo movimiento; si están compuestas en 6/8 cada compás tendrá un solo pulso”. Y Karl Geiringer afirma que “el carácter saltarín del ritmo y la textura simple son características comunes de la Giga francesa y del Canario francés”.No obstante, los músicos que quieran interpretar un Canario tal vez se sientan inclinados a valorar las palabras de López de Gómara, que es el primero en citar el término en su Historia General de las Indias, de 1552, y que se refiere a esta danza como un "baile gentil y artificioso", y que de alguna manera casa mucho mejor con el carácter recogido que el saber popular nos atribuye a los canarios.
Se ha afirmado, y con mucha razón, que el Canario que se expandió por las Cortes Europeas con los esclavos vendidos en los mercados de Sevilla y de Valencia, adoptó unas características distintas a las del Canario que se quedó en las islas. Con ello parece más sensato que el intérprete de los Canarios de La Guerre y compañía hará mejor en seguir los tratados de interpretación históricos que estudiando detenidamente el Sirinoque palmero, que es el baile autóctono que mejor conserva la esencia del antiguo Canario. Y si algún danzante quiere dejarse fluir por la música, que haga como el mismo Luis XIV, que se dice de él que bailó el Canario "vestido de guanche, con las piernas desnudas, el cuerpo cubierto de pieles y bastón de mando en la mano".
De ahí que en ocasiones haya sido confundido con la rápida y precipitada Giga. Por ejemplo, Quantz sostiene que la “la Giga y el Canario tienen el mismo movimiento; si están compuestas en 6/8 cada compás tendrá un solo pulso”. Y Karl Geiringer afirma que “el carácter saltarín del ritmo y la textura simple son características comunes de la Giga francesa y del Canario francés”.No obstante, los músicos que quieran interpretar un Canario tal vez se sientan inclinados a valorar las palabras de López de Gómara, que es el primero en citar el término en su Historia General de las Indias, de 1552, y que se refiere a esta danza como un "baile gentil y artificioso", y que de alguna manera casa mucho mejor con el carácter recogido que el saber popular nos atribuye a los canarios.
Se ha afirmado, y con mucha razón, que el Canario que se expandió por las Cortes Europeas con los esclavos vendidos en los mercados de Sevilla y de Valencia, adoptó unas características distintas a las del Canario que se quedó en las islas. Con ello parece más sensato que el intérprete de los Canarios de La Guerre y compañía hará mejor en seguir los tratados de interpretación históricos que estudiando detenidamente el Sirinoque palmero, que es el baile autóctono que mejor conserva la esencia del antiguo Canario. Y si algún danzante quiere dejarse fluir por la música, que haga como el mismo Luis XIV, que se dice de él que bailó el Canario "vestido de guanche, con las piernas desnudas, el cuerpo cubierto de pieles y bastón de mando en la mano".
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