La mañana del 11 de enero de 1914, Le petit
journal sobresaltó a la sociedad parisina con este titular: "El Cardenal Amette, Arzobispo de París prohíbe el tango". El tango en
París había sido fulminado por considerarse lascivo y
ofensivo para la moral. Con esta medida se continuaba un afán
persecutorio que ya había contaminado a otras naciones europeas. El Emperador
Alemán Guillermo II, el Rey Jorge de Inglaterra y hasta un rector de la
Universidad de Filadelfia habían prohibido el tango en sus respectivos territorios.
Posteriormente, el Vaticano se pronunciaría de manera favorable a la prohibición
de Amette, “aprobando las palabras y los
deseos de nuestro compañero uniendo nuestra voz a sus protestas que, en todas
partes, se elevan contra semejantes indecencias”.
Y cuando en París ya se daba el tango por perdido, Erik Satie publicó Sports et divertissements, una partitura
compuesta de veinte miniaturas entre las cuales había un tango, el Tango Perpetuo. Con el desparpajo y la
ironía que le caracterizaban, el músico francés redactó una líneas en su
partitura con la clara intención de ridiculizar la persecución promovida por el Cardenal. El tango es la danza del
diablo, escribió, es su preferida. La
baila para enfriarse. Su mujer, sus hijos y sus criados se enfrían de
esta manera.
Dos cosas llaman la atención en esta partitura. Primero, que un compositor de música “clásica” escriba un tango. Y segundo, que el ritmo empleado no se corresponda con lo que a priori cabe esperar de un ritmo de tango, sino más bien con un ritmo de Habanera. Intentemos aclarar estos dos puntos.
Satie, al menos en su última época, encaja con la corriente neoclásica. Esta tendencia proponía liberarse de los excesos wagnerianos por medio del cultivo de elementos barrocos y clásicos. Y entre ellos se encuentran las danzas, tan presentes en la música antigua. De ahí, tal vez, que los músicos neoclásicos se sintieran atraídos por las danzas, y particularmente por el tango.
Sobre el asunto de Habanera sostiene Horacio Salgán en su "Curso de Tango" que hay dos tipos de tango, “el de la primera
época con acompañamiento de Habanera; y el Tango en su concepción actualizada”. La Habanera nace como Country-Dance
inglesa, pasa por los salones de Francia, y culmina en América donde aparece registrada
como “Contra Danza Cubana”. Así que el Tango toma su primera forma
de acompañamiento de la Habanera estilizada de Europa, y señala, además, que
tal vez venga influenciado por el Tango Andaluz. Escuchemos a continuación un Tango compuesto en 1890 por Isaac Albéniz, también con acompañamiento de Habanera, que pertenece a su cuaderno "Seis hojas de álbum".
El camino trazado por Erik
Satie en la dirección neoclasicista y, en consecuencia, el interés por el
tango, fue seguido por otros compositores franceses de la misma corriente. Francis Poulenc compuso un tango para
la música incidental de la obra de Anouilh “L’invitation
au Château”; y Darius Milhaud compuso
otro para el Ballet “Le boeuf sur le toit”.
Sin embargo el tango de Milhaud es un tango brasileño, una maxixe, que es una derivación de la polka traída a Brasil por inmigrantes europeos, y no debe ser confundido con un tango argentino.
También Strawinsky sintió inclinación por el
tango. Afincado en Los Angeles durante la Segunda Guerra Mundial se propuso componer
obras llamativas con la única intención de hacer dinero. La primera obra que
publicó con este propósito fue un tango. Pero en este tango ya no se percibe
una sugerente melodía porque se trata un Tango Rítmico. “Si un tango comienza con una primera parte rítmica muy atractiva y de
gran impacto”, afirma Salgán, “nos
inclinaremos a clasificarlo como Tango Rítmico, aunque su segunda y tercera
parte sean Melódicas”. Detengámonos un momento a escuchar el Tango Rítmico del compositor ruso.
Un caso verdaderamente singular,
y con esto concluimos, es el del pianista norteamericano Yvar Miskashof. Enamorado del tango, se propuso reunir una
colección de tangos para piano solo en colaboración con la Quadrivium Music Press. Y para ello invitó a numerosos compositores
para que compusieran un tango que debía contener estas características: que fuera
para piano solo, que no excediera los tres minutos, y que mostrara rasgos
idiosincrásicos del tango. La respuesta
no se hizo esperar y al cabo de un año ya había
recopilado hasta 127 tangos de distintos compositores: John Cage, Aaron Copland
y Karlhein Stockhausen, por ejemplo. El que sienta curiosidad por conocer el
listado completo de los tangos que Miskashof recopiló para esta International Tango Collection puede
visitar este enlace a la Biblioteca de Buffalo; y el que desee, simplemente, escuchar
alguna de estas composiciones las encontrará a continuación.