Desierto ha quedado el primer premio del concurso de piano Paloma O'Shea, y por justificar esta decisión ha indicado el presidente del jurado que "cuando falta algo, falta algo, y muchas veces es difícil describirlo". Naturalmente, esta decisión ha motivado numerosas críticas, y ya muchas hablan de fraude, falta de honestidad, engaño... y algunas hay que acusan al jurado de jugar con el verdadero talento anteponiendo intereses personales en sus veredictos. Tampoco se han librado los pianistas, todo hay que decirlo, de recibir airadas reseñas de unos y otros sectores del público, y así leo de los finalistas, por ejemplo, que "están muy lejos de tener cualquier tipo de talento que merezca ganar un concurso". Sobre el resto de participantes se ha hablado de interpretaciones decepcionantes, sin personalidad, inmersas en el tedio, carentes de rubato, de pasión, de casi todo...
Pero no se apuren los artistas, que otros más grandes también sufrieron en sus tiempos los devastadores efectos de la crítica. Recordemos, y con esto ya vamos entrando en el asunto, las palabras de Cesar Cui tras el estreno de la 1ª Sinfonía de Rachmaninov en 1897: "Si hubiera un Conservatorio en el infierno, Rachmaninov ganaría el Primer Premio por su Sinfonía, pues diabólicas son las disonancias que en ella nos presenta". Tales críticas deprimieron al músico, y lo apartaron de la composición durante tres años. Y bien podemos imaginar que hubieran sido más de no haber recurrido al Doctor Nikolai Dahl, el eminente y cultivado psiquiatra ruso cuyo retrato encabeza esta entrada.
Dahl había estudiado en París con Jean-Martín Charcot, mentor de Sigmund Freud. Su investigación le había llevado a encontrar en la Hipnosis un medio de diagnóstico que distinguiera entre parálisis derivadas de una tara en el sistema nervioso central, y parálisis nerviosas, es decir, no provocadas por ninguna lesión visible. La idea, y no la lesión, era en muchos casos detonante del conflicto. Y concluyó que la parálisis podía ser curada a través de la Sugestión Hipnótica. Los pacientes, una vez recuperados del trance inducido que le es propio a la Hipnosis, no podían recordar lo que se les había sugerido en las sesiones, y de ahí se estableció que los procesos mentales que acontecían en el inconsciente podían tener efectos poderosos sobre el comportamiento. Este grabado de A. Lurat representa a Charcot demostrando los sintomas de la Histeria en una paciente hipnotizada.
El doctor Dahl, como decíamos, aprendió la técnica de la Hipnosis, y sometió con ella a Rachmaninov durante tres meses. En el transcurso de estas sesiones inculcaba al compositor una serie de sugestiones positivas: "...En consecuencia -apuntó Rachmaninov en sus memorias- escuché la misma fórmula hipnótica día tras día mientras yacía medio dormido en el diván de su estudio, 'usted comenzará a escribir un concierto, trabajará en él con gran facilidad, el concierto tendrá una calidad excepcional'... siempre era lo mismo, sin interrupción". Y el resultado del genial tratamiento fue el no menos genial Concierto para piano No. 2, que el compositor dedicó, como muestra de agradecimiento, al buen doctor.
Setenta años después el doctor búlgaro Georgi Lozanov continuaba trabajando sobre la hipnosis y la sugestión, y en este campo estableció las bases de la Sugestología, una disciplina de aprendizaje rápido que combinaba materias como el raya yoga, la parapsicología y la Música. Lozanov tenía el convencimiento de que cualquier ser humano era capaz de desarrollar Supermemoria; afirmaba que todos podemos memorizar grandes cantidades de datos objetivos, si bien el problema consiste en recordar lo que almacenamos. Halló la solución al comprender que el cerebro, libre de todas las distracciones que dificultan su funcionamiento, absorbe conocimientos de toda clase. Y para liberar el cerebro de toda tensión invalidante se sirvió de la Música Barroca, pero sólo de los movimientos más lentos y majestuosos.
En efecto, el sistema desarrollado por el doctor Lozanov incluía la escucha de una grabación de música barroca destinada a mantener el estado de concentración relajada. Se preferían los movimientos Largos por presentar una continuidad del pulso con la que el organismo humano simpatiza, ralentizando los latidos del corazón, y situando a la mente y al cuerpo en el estado de relajamiento prescrito para aprender sin esfuerzo. Este pulso lento es el que muestra un metrónomo que oscila a 60 pulsaciones por minuto. Según afirman Sheila Ostrander y Lynn Schroeder en su tratado sobre Superaprendizaje "esta música barroca concreta es como un mantra y se utiliza para provocar un estado psicofísico concreto de concentración relajada (...) La música de un ritmo lento, constante, monótono, de una estructura melódica que no distrae, y pautas armónicas basadas en relaciones específicas, ha dado hasta ahora los mejores resultados".
En términos generales el método de Superaprendizaje consiste en escuchar una información grabada que se distribuye en dos fases: cuatro pulsos de silencio y cuatro pulsos en los que se recita la información. Una vez oído todo el material se repite el mismo proceso, pero esta vez con un fondo de música barroca. Reconozco no haber experimentado el método personalmente, pero si hemos de creer a las autoras mencionadas, no parece que despreciarlo de entrada sea recomendable, ya que "algunas personas que han seguido estas sesiones (...) han descubierto que desarrollaban una capacidad memorística semifotográfica, de modo que bastaba con que mirasen la página de un libro para aprenderla". Ya veremos si con este método conseguimos, al menos, que nuestros alumnos aprendan las notas y las tonalidades...
A continuación dejo una lista de reproducción -exenta de publicidad- con las obras sugeridas por este curioso sistema: