Los interesados de la cultura celebran estas semanas, cada cual por sus motivos, cuatro eventos de singular cariz. La arquitectura se jacta de haber plantado en Londres The Shard, la torre más alta de Europa; viviendas de lujo, restaurantes, un gran hotel y un mirador tendrán que rentabilizar los casi 600 millones de euros que se han invertido en su construcción. En la pintura, ya lo sabemos, hemos asistido a la subasta del famoso Constable de la Señora Thyssen, vendido a un precio "de martillo" que ha rondado los 25 millones de euros. Al mismo tiempo ocurre un genial hallazgo en el Castillo Sforzesco de Milán, nada menos que un centenar de dibujos y pinturas de Caravaggio valoradas por los expertos en 700 millones. Y en música nos enteramos, por un lado, de que el musicólogo islandés Johannes Agustsson ha descubierto en Dresde un concierto de violín compuesto por Vivaldi; y por otro, de que pasado un año de su desaparición, los gallegos han recuperado por fin el preciado Códice Calixtino, cuyo valor es imponderable.
No hemos de extendernos demasiado en los pormenores de la desaparición del Códice, que esto ya lo han hecho todos los periódicos -ya dicen, por cierto, que la Televisión Gallega está preparando una película sobre la sustracción del manuscrito-, pues a nosotros lo que más nos interesa es saber qué es este Códice y por qué razón no se atreve nadie a aplicarle un valor crematístico concreto; pero tampoco evitaremos pronunciarnos sobre la tremenda decepción que nos embarga al conocer la identidad y la profesión del ingenuo ladronzuelo.
Y es que tan pronto se supo de la desaparición del Códice se activaron los agentes de la Interpol, por si había gestos sospechosos en el mundo del arte que dejasen entrever una actividad de compra-venta ilegal. Y ya uno pensaba en el Peter O´Toole de "Como robar un millón", ingeniando imposibles maniobras para burlar la seguridad; estudiando, paciente, las rutinas de los celadores; ocultándose en las siniestras galerías y trazando un plan perfecto para, al final, sustraer la preciada joya y ganarse los favores de su dama... Pero no, porque es el caso que el autor del hurto no vino a ser otro que el electricista, un tal Castiñeiras, que se paseaba impune por donde le daba dios a entender, y que pispó alegremente el Códice, sin que alarma alguna pregonara el desafuero. Tampoco las cámaras apostadas en las esquinas de la estancia recogieron la tropelía del autónomo.
Pero al cabo de un año de la desaparición llegó la postre de la historia cuando el electricista, de quien se dice que sospechaban desde el minuto primero, fue detenido por la policía. La investigación condujo a los agentes hasta un garaje miserable y allí hallaron el manuscrito medieval envuelto en una bolsa de basura. Y también el Libro de las Horas, y un precioso fajo de billetes cuya cifra sumaba la cantidad de 1.200.000 euros y que, según las investigaciones, el astuto individuo había estado sisando del cepillo desde hacía 25 años, laboriosa y pacientemente, como la entrañable hormiguita de la fábula de La Fontaine.
Pero ¿qué es el Códice Calixtino y por qué razón hemos de darle los músicos tanta importancia? Desde que el eremita Pelayo descubrió la tumba del Apóstol Santiago en el 813 las peregrinaciones al sepulcro se sucedieron sin interrupción durante los siglos posteriores. Pero antes, Carlomagno hubo de vérselas con los moros para liberar de éstos el sepulcro. Las gestas de Carlomagno como abanderado de la cruzada contra los musulmanes y como precursor de la peregrinación a Santiago quedaron recogidas en unas crónicas atribuidas al arzobispo Turpín, de Reims. Pero estas crónicas no habían de interpretarse de forma aislada, sino como parte integrante de un volumen único datado en el siglo XII que contenía, además, una suerte de sermones, himnos, noticias y una guía de viaje para los peregrinos; y a todo este compendio se le llamó "Libro de Santiago". Posteriormente se realizaron diversas copias manuscritas de este Libro, o de partes de él: el Códice Calixtino es una de esas copias íntegras del Libro de Santiago.
Que se llame Calixtino no implica que la autoría del Codex haya que atribuírsela al Papa Calixto II. Los musicólogos afirman que la autoría de los cantos pertenece, en su mayoría, a compositores gallegos educados en Francia, pero no sugieren nombre alguno, a excepción de Muir White Hill, que apunta el nombre de Aimericus Picaudi. La música del Códice se distribuye tradicionalmente en tres apartados principales: Oficios (Vigilia y fiestas de Santiago), Misas (una de Vigilia y dos para procesiones solemnes) y Procesiones.
Cada uno tendrá que destacar el valor del Códice según sus propios criterios, por su valor histórico, por la calidad de sus iluminaciones, por constituir una primera guía eficaz para los peregrinos... y los músicos por contener un número considerable de cantos gregorianos, y también por albergar los ejemplos más tempranos de canto polifónico; la pieza "Congaudeant Catholici" es el primer ejemplo de polifonía a tres voces. Y esto es de gran importancia por cuanto la Polifonía es en Música un logro equiparable a la Perspectiva en Pintura y a la diversidad de escenas en el Teatro; la pintura sin perspectiva carece de profundidad, y al teatro clásico que se desarrolla en una sola escena le falta la dispersión en el tiempo. La Polifonía es por tanto, la persecución de un arte más extenso y rico, ésa es la gran hazaña de los cantos del Código, y por ello uno desprecia que sus encargados lo dejasen terminar, sin más, envuelto en una bolsa de basura. Pero la impunidad de los responsables ya no es sorpresa para nadie en estas lindes...
Escuchemos ahora dos magníficas versiones del Codex Calixtinus:
No hemos de extendernos demasiado en los pormenores de la desaparición del Códice, que esto ya lo han hecho todos los periódicos -ya dicen, por cierto, que la Televisión Gallega está preparando una película sobre la sustracción del manuscrito-, pues a nosotros lo que más nos interesa es saber qué es este Códice y por qué razón no se atreve nadie a aplicarle un valor crematístico concreto; pero tampoco evitaremos pronunciarnos sobre la tremenda decepción que nos embarga al conocer la identidad y la profesión del ingenuo ladronzuelo.
Y es que tan pronto se supo de la desaparición del Códice se activaron los agentes de la Interpol, por si había gestos sospechosos en el mundo del arte que dejasen entrever una actividad de compra-venta ilegal. Y ya uno pensaba en el Peter O´Toole de "Como robar un millón", ingeniando imposibles maniobras para burlar la seguridad; estudiando, paciente, las rutinas de los celadores; ocultándose en las siniestras galerías y trazando un plan perfecto para, al final, sustraer la preciada joya y ganarse los favores de su dama... Pero no, porque es el caso que el autor del hurto no vino a ser otro que el electricista, un tal Castiñeiras, que se paseaba impune por donde le daba dios a entender, y que pispó alegremente el Códice, sin que alarma alguna pregonara el desafuero. Tampoco las cámaras apostadas en las esquinas de la estancia recogieron la tropelía del autónomo.
Pero al cabo de un año de la desaparición llegó la postre de la historia cuando el electricista, de quien se dice que sospechaban desde el minuto primero, fue detenido por la policía. La investigación condujo a los agentes hasta un garaje miserable y allí hallaron el manuscrito medieval envuelto en una bolsa de basura. Y también el Libro de las Horas, y un precioso fajo de billetes cuya cifra sumaba la cantidad de 1.200.000 euros y que, según las investigaciones, el astuto individuo había estado sisando del cepillo desde hacía 25 años, laboriosa y pacientemente, como la entrañable hormiguita de la fábula de La Fontaine.
Pero ¿qué es el Códice Calixtino y por qué razón hemos de darle los músicos tanta importancia? Desde que el eremita Pelayo descubrió la tumba del Apóstol Santiago en el 813 las peregrinaciones al sepulcro se sucedieron sin interrupción durante los siglos posteriores. Pero antes, Carlomagno hubo de vérselas con los moros para liberar de éstos el sepulcro. Las gestas de Carlomagno como abanderado de la cruzada contra los musulmanes y como precursor de la peregrinación a Santiago quedaron recogidas en unas crónicas atribuidas al arzobispo Turpín, de Reims. Pero estas crónicas no habían de interpretarse de forma aislada, sino como parte integrante de un volumen único datado en el siglo XII que contenía, además, una suerte de sermones, himnos, noticias y una guía de viaje para los peregrinos; y a todo este compendio se le llamó "Libro de Santiago". Posteriormente se realizaron diversas copias manuscritas de este Libro, o de partes de él: el Códice Calixtino es una de esas copias íntegras del Libro de Santiago.
Que se llame Calixtino no implica que la autoría del Codex haya que atribuírsela al Papa Calixto II. Los musicólogos afirman que la autoría de los cantos pertenece, en su mayoría, a compositores gallegos educados en Francia, pero no sugieren nombre alguno, a excepción de Muir White Hill, que apunta el nombre de Aimericus Picaudi. La música del Códice se distribuye tradicionalmente en tres apartados principales: Oficios (Vigilia y fiestas de Santiago), Misas (una de Vigilia y dos para procesiones solemnes) y Procesiones.
Cada uno tendrá que destacar el valor del Códice según sus propios criterios, por su valor histórico, por la calidad de sus iluminaciones, por constituir una primera guía eficaz para los peregrinos... y los músicos por contener un número considerable de cantos gregorianos, y también por albergar los ejemplos más tempranos de canto polifónico; la pieza "Congaudeant Catholici" es el primer ejemplo de polifonía a tres voces. Y esto es de gran importancia por cuanto la Polifonía es en Música un logro equiparable a la Perspectiva en Pintura y a la diversidad de escenas en el Teatro; la pintura sin perspectiva carece de profundidad, y al teatro clásico que se desarrolla en una sola escena le falta la dispersión en el tiempo. La Polifonía es por tanto, la persecución de un arte más extenso y rico, ésa es la gran hazaña de los cantos del Código, y por ello uno desprecia que sus encargados lo dejasen terminar, sin más, envuelto en una bolsa de basura. Pero la impunidad de los responsables ya no es sorpresa para nadie en estas lindes...
Escuchemos ahora dos magníficas versiones del Codex Calixtinus:
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