La asociación libre es un método freudiano según el cual en los procesos psíquicos el paso de un pensamiento a otro requiere de una conexión, las más de las veces, de carácter inconsciente. De ahí se explicará que en ocasiones, inmersos en una materia determinada, se nos desplace el pensamiento hacia otros lares, y que este desliz venga propiciado por un detonante poderoso. Así ha ocurrido que, estudiando un texto sobre las causas y remedios del miedo escénico, me ha venido a las mientes un recuerdo del Conservatorio. Contaba una profesora que había examinado a alumnos terriblemente afectados por el miedo escénico. Ya se notaban los temblores y las sacudidas desde el momento en que el alumno entraba en el aula; luego, ante el piano, las manos -trémulas como blanda gelatina- se deslizaban sin firmeza sobre las teclas en una ejecución interrumpida, arrítmica e inaudita... y al poco, ante la indiferente mirada del tribunal, sólo las lágrimas fluían con cierta libertad. El tribunal sentenciaba un suspenso en una papeleta amarillenta y el alumno se marchaba, alicaído y fulminado. Uno tiene que tocar siempre para alguien, arengaba la profesora, y si no es capaz de tocar sin tanto nervio lo mejor es que deje la música y se dedique a otra cosa.
No parece éste un enfoque pedagógico encomiable, desde luego, toda vez que el miedo escénico ha sido ya materia de estudios exhaustivos, no sólo desde el criterio psicológico, sino también desde el musical. Un impasible compañero saxofonista, músico imperturbable, afirmaba que el único método para domeñar el miedo escénico es saberse la partitura hasta sus últimos rincones. Es justo suponer que aquéllo que no se domina en circunstancias normales no habrá de dominarse en las excepcionales, pero no lo es afirmar que sea éste el único método, pues todos sabemos de músicos estudiosos que sufren las consecuencias del pánico escénico. A los grandes pianistas, por ejemplo, no le son ajenos estos problemas; se ha hablado mucho sobre el repentino retiro de Glenn Gould, las cancelaciones de última hora de Michelangeli, las retiradas de Horowitz, y ahora hay quien sospecha que por razones de miedo escénico la gran Martha Argerich se dedica a la música de cámara. Razones hay, sobradas, para no compartir el criterio de mi antigua profesora y no animar a ningún músico, estudiante o profesional, a dedicarse a otra cosa. No obstante, si acaso por presiones familiares ha de hacerse uno con otra profesión, no estará de más saber que muchos de los más brillantes compositores e intérpretes de la Música Clásica mantuvieron ocupaciones y empleos paralelos.
Acaso sea el consuelo de todas esas madres que sueñan con tener un hijo concertista el saber que no pocos de los grandes músicos se dedicaron, en algún momento de su vida, a enseñar a los demás los entresijos de su arte. Citemos a Chopin, que se sustentaba ofreciendo lecciones de piano en París, o al Schumann director de una revista de crítica musical. Schönberg se hizo con varios fieles seguidores entre sus propios alumnos antes de que Fauré enseñará los rudimentos de la armonía a un joven Debussy. Es grande el mérito de combinar con la composición de tantas obras maestras una actividad pedagógica notable, pero aún lo es mayor cuando esta actividad no se comunica con la música. De entre los grandes rusos que integraron el nacionalista grupo de "los cinco" al menos dos se dedicaron a la enseñanza de otras materias: Borodin se ganó el pan como profesor de Química en la Escuela de Medicina, y Cesar Cui fue profesor de Fortificación en la Escuela de Artilleros. Mussorgsky, en cambio, hubo de conformarse con un empleo sin relevancia dentro del Departamento Forestal. Muchos afirman que el tedio provocado por este singular trabajo y un alcoholismo exagerado provocaron su fallecimiento prematuro. Helo aquí, malhumorado y encendido.
Charles Ives es, probablemente, uno de los compositores más interesantes de Estados Unidos. Provisto de una amplia e insólita formación musical, en él recae el logro de haber experimentado con la politonalidad. Sin embargo su música no fue en su tiempo suficientemente valorada, y de ahí que hubiera de compaginar su actividad creativa con un puesto de actuario en la Mutual Life Insurance Company de New York. Dedicado a la venta de seguros se empleó en la agencia de Charles H. Raymond hasta que su quiebra le presentó la oportunidad de montar la suya propia. Charles Ives comparte un destino parecido al de Sibelius, al permanecer inactivo durante sus últimos años. Es conocida la historia de una mañana en que bajó las escaleras de su casa lamentándose porque ya nada le sonaba bien. Se dice que a partir de entonces ya nunca más volvió a componer música nueva. Al final de este post escucharemos alguna de estas grandes obras que Ives compuso en su tiempo libre.
Ya vemos que a la persona bien organizada no le falta tiempo para dedicarse a varias cosas, sin embargo hay músicos que, debido a su otra actividad, no tienen más remedio que arrinconar su talento, hasta que aires distintos le permiten recuperarlo. Tal vez uno de los casos más llamativos sea el del compositor polaco Paderewsky, que llegó a hacerse Primer Ministro de Polonia. Hombre polifacético (además de compositor fue un aclamado pianista y un editor notable) comenzó su carrera política luchando hasta 1920 por la Independencia polaca. Asimismo Ministro de Asuntos Exteriores y Embajador de Polonia en la Sociedad de las Naciones, difiere de Charles Ives en que la llamada a la música fue, tal vez, más poderosa, si bien menos brillante. En 1922 abandona, pues, toda responsabilidad política para retomar, nuevamente, su actividad como concertista de piano. Pero en el hombre que ha paladeado las mieles del poder rara vez se apagan del todo las brasas de la política, y así el afamado pianista se alza en favor de su país tras la invasión de 1939, encabezando el Consejo Nacional de Polonia en el exilio. En esta instantánea podemos ver al político Paderewsky dominando el escenario.
Pero no sólo Paderewsky quiso participar de un modo u otro en los asuntos bélicos de su tiempo. Maurice Ravel, eximido del servicio militar por su anodina estatura, se dedicó a conducir camiones y a esquivar misiles durante la Primera Guerra Mundial en las cercanías de la violenta Batalla de Verdún. Testigo de la barbarie y de la devastación, quiso rendir a su patria un homenaje a través de "La Tombeau de Couperin", cada uno de cuyos movimientos está dedicado a un amigo caído en el campo de batalla. En su momento apuntamos también que Chaminade abandonó su carrera musical para dirigir un hospital para soldados heridos.
Pero evitemos para concluir estos asuntos tan luctuosos, y dirijamos la mirada hacia un compositor que alegró a la humanidad no sólo con sus grandes óperas, sino con sus sabrosas recetas: Rossini. En efecto, Rossini era un apasionado de la gastronomía, y a ella se dedicó con pasión cuando allá por 1830 se tomó un merecido descanso de la composición. Amante del buen comer, se cuenta que sólo dos acontecimientos de su vida le provocaron gran pesar, la muerte de su padre y la pérdida de un pavo trufado. Y dos son, al menos, las recetas del compositor que se han hecho famosas en todo el mundo: los canelones Rossini y el tournedós Rossini. Encuentro en este enlace alguna de sus recetas. No obstante, todo aquel que desee encontrar una combinación de talento musical con talento gastronómico hará mejor en visitar el blog de esta compañera cantante, que lo mismo domina el arte de la música antigua que el de la repostería. Que aproveche.
1).- Ashkenazy interpreta de Mussorgsky los Cuadros de una Exposición. A este video hay que dedicarle un tiempo, pero merece la pena:
No parece éste un enfoque pedagógico encomiable, desde luego, toda vez que el miedo escénico ha sido ya materia de estudios exhaustivos, no sólo desde el criterio psicológico, sino también desde el musical. Un impasible compañero saxofonista, músico imperturbable, afirmaba que el único método para domeñar el miedo escénico es saberse la partitura hasta sus últimos rincones. Es justo suponer que aquéllo que no se domina en circunstancias normales no habrá de dominarse en las excepcionales, pero no lo es afirmar que sea éste el único método, pues todos sabemos de músicos estudiosos que sufren las consecuencias del pánico escénico. A los grandes pianistas, por ejemplo, no le son ajenos estos problemas; se ha hablado mucho sobre el repentino retiro de Glenn Gould, las cancelaciones de última hora de Michelangeli, las retiradas de Horowitz, y ahora hay quien sospecha que por razones de miedo escénico la gran Martha Argerich se dedica a la música de cámara. Razones hay, sobradas, para no compartir el criterio de mi antigua profesora y no animar a ningún músico, estudiante o profesional, a dedicarse a otra cosa. No obstante, si acaso por presiones familiares ha de hacerse uno con otra profesión, no estará de más saber que muchos de los más brillantes compositores e intérpretes de la Música Clásica mantuvieron ocupaciones y empleos paralelos.
Acaso sea el consuelo de todas esas madres que sueñan con tener un hijo concertista el saber que no pocos de los grandes músicos se dedicaron, en algún momento de su vida, a enseñar a los demás los entresijos de su arte. Citemos a Chopin, que se sustentaba ofreciendo lecciones de piano en París, o al Schumann director de una revista de crítica musical. Schönberg se hizo con varios fieles seguidores entre sus propios alumnos antes de que Fauré enseñará los rudimentos de la armonía a un joven Debussy. Es grande el mérito de combinar con la composición de tantas obras maestras una actividad pedagógica notable, pero aún lo es mayor cuando esta actividad no se comunica con la música. De entre los grandes rusos que integraron el nacionalista grupo de "los cinco" al menos dos se dedicaron a la enseñanza de otras materias: Borodin se ganó el pan como profesor de Química en la Escuela de Medicina, y Cesar Cui fue profesor de Fortificación en la Escuela de Artilleros. Mussorgsky, en cambio, hubo de conformarse con un empleo sin relevancia dentro del Departamento Forestal. Muchos afirman que el tedio provocado por este singular trabajo y un alcoholismo exagerado provocaron su fallecimiento prematuro. Helo aquí, malhumorado y encendido.
Charles Ives es, probablemente, uno de los compositores más interesantes de Estados Unidos. Provisto de una amplia e insólita formación musical, en él recae el logro de haber experimentado con la politonalidad. Sin embargo su música no fue en su tiempo suficientemente valorada, y de ahí que hubiera de compaginar su actividad creativa con un puesto de actuario en la Mutual Life Insurance Company de New York. Dedicado a la venta de seguros se empleó en la agencia de Charles H. Raymond hasta que su quiebra le presentó la oportunidad de montar la suya propia. Charles Ives comparte un destino parecido al de Sibelius, al permanecer inactivo durante sus últimos años. Es conocida la historia de una mañana en que bajó las escaleras de su casa lamentándose porque ya nada le sonaba bien. Se dice que a partir de entonces ya nunca más volvió a componer música nueva. Al final de este post escucharemos alguna de estas grandes obras que Ives compuso en su tiempo libre.
Ya vemos que a la persona bien organizada no le falta tiempo para dedicarse a varias cosas, sin embargo hay músicos que, debido a su otra actividad, no tienen más remedio que arrinconar su talento, hasta que aires distintos le permiten recuperarlo. Tal vez uno de los casos más llamativos sea el del compositor polaco Paderewsky, que llegó a hacerse Primer Ministro de Polonia. Hombre polifacético (además de compositor fue un aclamado pianista y un editor notable) comenzó su carrera política luchando hasta 1920 por la Independencia polaca. Asimismo Ministro de Asuntos Exteriores y Embajador de Polonia en la Sociedad de las Naciones, difiere de Charles Ives en que la llamada a la música fue, tal vez, más poderosa, si bien menos brillante. En 1922 abandona, pues, toda responsabilidad política para retomar, nuevamente, su actividad como concertista de piano. Pero en el hombre que ha paladeado las mieles del poder rara vez se apagan del todo las brasas de la política, y así el afamado pianista se alza en favor de su país tras la invasión de 1939, encabezando el Consejo Nacional de Polonia en el exilio. En esta instantánea podemos ver al político Paderewsky dominando el escenario.
Pero evitemos para concluir estos asuntos tan luctuosos, y dirijamos la mirada hacia un compositor que alegró a la humanidad no sólo con sus grandes óperas, sino con sus sabrosas recetas: Rossini. En efecto, Rossini era un apasionado de la gastronomía, y a ella se dedicó con pasión cuando allá por 1830 se tomó un merecido descanso de la composición. Amante del buen comer, se cuenta que sólo dos acontecimientos de su vida le provocaron gran pesar, la muerte de su padre y la pérdida de un pavo trufado. Y dos son, al menos, las recetas del compositor que se han hecho famosas en todo el mundo: los canelones Rossini y el tournedós Rossini. Encuentro en este enlace alguna de sus recetas. No obstante, todo aquel que desee encontrar una combinación de talento musical con talento gastronómico hará mejor en visitar el blog de esta compañera cantante, que lo mismo domina el arte de la música antigua que el de la repostería. Que aproveche.
1).- Ashkenazy interpreta de Mussorgsky los Cuadros de una Exposición. A este video hay que dedicarle un tiempo, pero merece la pena:
2).- Leonard Bernstein dirige la Sinfonía No. 2 de Charles Ives (compuesta en su tiempo libre). Quien quiera escucharla entera hará bien reservándose una hora.
3).- Angela Hewitt se despacha entera la Tombeau de Couperin:
Hola! He intentado ver algunos vídeos pero mi conexión está tonta hoy y no he podido; no quiero por ello dejar de venir a este rincón de paz y sabiduría que es tu blog.
ResponderEliminarLa profesora del conservatorio era un poco cruel, a veces parece que la gente ha de nacer enseñada. Pues no, se necesita un recorrido de vida, tanto para tocar bien el piano como para hacer otras muchas cosas, así que a ser paciente y a dar otra oportunidad.
Es asombroso el número de músicos ya consagrados que se vieron afectados por el pánico escénico, y más aún los que simultanearon dos profesiones, no sé cómo pudieron, si es enseñanza de la música todavía lo comprendo, pero si trabajan en una aseguradora, no, porque para mí la música requiere total dedicación, al menos así lo veo desde "fuera" (el caso de Rossini no cuenta, porque solamente emplearía las horas de la comida para experimentar platos :P).
Vengo en otro ratito para poder escuchar los vídeos, y espero que tú sigas dedicándote a tus aficiones y también a este blog, que siempre es un gustazo pasarse por aquí
Un abrazo.
Hola, me alegro de verte por aquí.
EliminarCompletamente de acuerdo con eso de que parece que la gente ha de nacer enseñada, imagino que para muchos es más fácil despachar a un alumno de esta forma que investigar la manera de que cada uno, con sus propias particularidades, supere el miedo escénico, o al menos, que se enfrente al escenario sin que se calidad musical se vea tan afectada. Por lo demás, hay casos en que el miedo escénico tiende a hacerse más presente con los años.
A juzgar por la corpulencia de Rossini, yo creo que dedicaba a la gastronomía más tiempo que el de las comidas :)
Ánimo con los videos, aunque esta vez son un poco largos, y gracias por venir.