No tenía grandes noticias acerca de los periplos españoles del gran Liszt. De manera general sabía que entre 1839 y 1847 había recalado en Madrid, y que en esta ciudad había ofrecido varios recitales. La bibliografía sobre Liszt no ofrece numerosos detalles sobre su estancia en la capital, y alguna hay, incluso, que contradice los datos que se tienen como ciertos. Una placa conmemorativa situada en la Carrera de San Jerónimo afirma que Liszt ofreció dos conciertos en el Liceo Artístico y Literario, edificio que hoy ocupa el Museo Thyssen, los días 29 de octubre y 22 de noviembre de 1844. En manifiesta contradicción con el citado epitafio, el estudioso de Liszt Alan Walker afirma que el pianista dio un solo recital el 14 de noviembre del mismo año.
Fue en el antiguo Teatro del Circo, que el Marqués de Santillana convirtió en un teatro de ópera italiana, donde Liszt mostró sus habilidades con un programa salpicado de paráfrasis de óperas. Un incendio primero y un derribo después provocaron que la casa se redujera a escombros. Pero por una gracia del destino, el lugar que entonces ocupaba este teatro es ahora parte del edificio del Ministerio de Educación. Grandes debieron de ser, en todo caso, las virtudes pianísticas de Liszt, para que la propia Reina Isabel II, por mediación de Francisco Martínez de la Rosa, Ministro de Estado en 1844, demorase la marcha del compositor un día más. Liszt tocó para la Reina en el Palacio Real, y fue condecorado por ésta con la Cruz de Carlos III, abandonando Madrid, pues, el día 4 de diciembre de 1844.
Mientras se daban estos eventos en la capital, los cordobeses aguardaban con impaciencia la visita del compositor, engalanando la ciudad y poniendo a punto la institución que albergaría su único recital público, el Liceo Artístico y Literario de Córdoba, cuya cátedra de música ostentaba Don Mariano Soriano Fuertes. En el palacio del marqués de Villamanrique, Don Diego Pérez de Guzmán y su señora tomaban las precauciones pertinentes para que la estancia del músico en su casa fuera lo más regalada posible. Se prepararon magníficos ejemplares de caballos cordobeses para desplazar en carruajes al joven Liszt, y aún los sastres se afanaron en confeccionar los mejores trajes para vestir al músico.
Liquidados los detalles accesorios, el principal problema aún no se había resuelto. El efímero semanario cordobés "El Liceo de Córdoba", en su edición del 23 de noviembre anuncia que será un tal Ciabatti quien disponga con la junta del Liceo "la manera en que Liszt pueda dar el concierto". Este Ciabatti era un logrado barítono compañero de Liszt desde París, que se encomendó la tarea de actuar como secretario del compositor durante su estancia en la Península. Acordado que el concierto se celebraría en el Liceo, "y sólo en el Liceo" quedaba por resolver el asunto del piano, ya que la sociedad no disponía de ninguno. Se lamenta la siguiente entrega del semanario cordobés de que un filarmónico, cuyo nombre omite, de esta capital se haya negado a prestar su piano a la institución, y sugiere que, en caso de no conseguir un instrumento adecuado, se encargará al fabricante Boisselote que traiga desde Cádiz uno de sus mejores pianos. Este Boisselote, hijo mayor del famoso fabricante de pianos marsellés, fue junto a Ciabatti, su compañero de viaje.
En estos asuntos se encuentran los cordobeses cuando la Revista Literaria "El Avisador Cordobés" anuncia, por fin, en su edición del 8 de diciembre, que Liszt llegará ese mismo día a Córdoba. En efecto, ese día es recibido con gran ostentación por una amplia comitiva encabezada por los máximos representantes del Liceo Artístico. Fiel a las costumbres ibéricas, tan pronto se disuelve la algazara y el escándalo propio del feliz encuentro, los cordobeses se llevan a Liszt a la fonda, y en ella dan buena cuenta de una suculenta bacanal, de cuyo contenido, por desgracia, no ofrece detalles la crónica del citado semanario. Una vez terminado el almuerzo, y por deseo de Liszt, la comitiva lleva al húngaro a ver la extraordinaria Catedral, visita tras la que se dirigen al Palacio de Pérez de Guzmán, donde lo entretienen bebiendo, comiendo y tocando el piano hasta la imprudente hora de la una y media de la mañana.
Es representativo de la naturaleza del maestro húngaro que de entre todas las actividades que se le ofrecen, cuando es preguntado por ellas a la mañana siguiente, su deseo no es otro que volver a ver la Catedral. Poco nos cuenta el semanario sobre los acontecimientos de este día, salvo esta visita cultural y el ofrecimiento por parte de Liszt de un generoso almuerzo para los socios del Liceo, almuerzo que, como es propio de nuestra usanza, se dilata otra vez hasta la madrugada.
Enérgicos para el festín, a las diez de la mañana del día siguiente, los cordobeses ensillan los portentosos caballos y ponen a punto los carruajes: se prepara una excursión a Sierra Morena. En esta ocasión Liszt es obligado a abandonar su atuendo y a ceñirse un traje andaluz, y con esta indumentaria se presenta en el Jardín del Excelentísimo Duque de Almodóvar, donde se celebra una auténtica festividad dionisíaca. De acuerdo a la crónica del Liceo de Córdoba: "el festín era locura y fanatismo (...) el champán, el Montilla, y otros vinos eran prodigados con profusión y todos los rostros se veían animados de una alegría difícil de explicar".
Mientras los excelentísimos y el compositor se solazaban con todas las bondades de la gastronomía andaluza, se resolvía en el Liceo el asunto del piano, de tal suerte que en el momento del concierto, el día que sigue a la bacanal descrita anteriormente, había sobre el escenario nada menos que tres pianos ingleses. Los orgullosos españoles aseguran que el Liceo estaba lleno de "elegantes y hermosas cordobesas y apuestos y gallardos caballeros", aguardando inquietos la aparición del virtuoso. Así, por fin, los cordobeses pudieron escuchar en vivo al genial compositor, del que tantas maravillas se contaban por Europa, y a fe que hubo de ser un espectáculo extraordinario, a juzgar por el relato detallado hasta el extremo, que del recital dejó constancia el efímero "Liceo de Córdoba". Se trata de un texto absolutamente exquisito que a continuación podemos leer íntegro, gracias a la cortesía de la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica, una lectura que, de seguro, entusiasmará a todos los curiosos de la vida de Liszt, a los profesionales periodistas y, como no, a los cordobeses, a quienes desde aquí, envío un afectuoso saludo.
Enlace: El Liceo de Córdoba. Nº9, Diciembre 12 de 1844. donde se detallan los cuatro días que Liszt pasó en la ciudad de Córdoba.
Una lista de reproducción que incluye obras compuestas sobre motivos españoles, la Elegía sobre un Tema de Soriano, la Gran Fantasía de Concierto, y las variaciones sobre La Romanesca.
Y por último, una sugerencia de mi amigo David Hervás: algunas versiones de la Rapsodia Española.
Otros compositores viajeros por España:
Saint-Saëns en Gran Canaria
Debussy en Granada
Liquidados los detalles accesorios, el principal problema aún no se había resuelto. El efímero semanario cordobés "El Liceo de Córdoba", en su edición del 23 de noviembre anuncia que será un tal Ciabatti quien disponga con la junta del Liceo "la manera en que Liszt pueda dar el concierto". Este Ciabatti era un logrado barítono compañero de Liszt desde París, que se encomendó la tarea de actuar como secretario del compositor durante su estancia en la Península. Acordado que el concierto se celebraría en el Liceo, "y sólo en el Liceo" quedaba por resolver el asunto del piano, ya que la sociedad no disponía de ninguno. Se lamenta la siguiente entrega del semanario cordobés de que un filarmónico, cuyo nombre omite, de esta capital se haya negado a prestar su piano a la institución, y sugiere que, en caso de no conseguir un instrumento adecuado, se encargará al fabricante Boisselote que traiga desde Cádiz uno de sus mejores pianos. Este Boisselote, hijo mayor del famoso fabricante de pianos marsellés, fue junto a Ciabatti, su compañero de viaje.
Es representativo de la naturaleza del maestro húngaro que de entre todas las actividades que se le ofrecen, cuando es preguntado por ellas a la mañana siguiente, su deseo no es otro que volver a ver la Catedral. Poco nos cuenta el semanario sobre los acontecimientos de este día, salvo esta visita cultural y el ofrecimiento por parte de Liszt de un generoso almuerzo para los socios del Liceo, almuerzo que, como es propio de nuestra usanza, se dilata otra vez hasta la madrugada.
Enérgicos para el festín, a las diez de la mañana del día siguiente, los cordobeses ensillan los portentosos caballos y ponen a punto los carruajes: se prepara una excursión a Sierra Morena. En esta ocasión Liszt es obligado a abandonar su atuendo y a ceñirse un traje andaluz, y con esta indumentaria se presenta en el Jardín del Excelentísimo Duque de Almodóvar, donde se celebra una auténtica festividad dionisíaca. De acuerdo a la crónica del Liceo de Córdoba: "el festín era locura y fanatismo (...) el champán, el Montilla, y otros vinos eran prodigados con profusión y todos los rostros se veían animados de una alegría difícil de explicar".
Mientras los excelentísimos y el compositor se solazaban con todas las bondades de la gastronomía andaluza, se resolvía en el Liceo el asunto del piano, de tal suerte que en el momento del concierto, el día que sigue a la bacanal descrita anteriormente, había sobre el escenario nada menos que tres pianos ingleses. Los orgullosos españoles aseguran que el Liceo estaba lleno de "elegantes y hermosas cordobesas y apuestos y gallardos caballeros", aguardando inquietos la aparición del virtuoso. Así, por fin, los cordobeses pudieron escuchar en vivo al genial compositor, del que tantas maravillas se contaban por Europa, y a fe que hubo de ser un espectáculo extraordinario, a juzgar por el relato detallado hasta el extremo, que del recital dejó constancia el efímero "Liceo de Córdoba". Se trata de un texto absolutamente exquisito que a continuación podemos leer íntegro, gracias a la cortesía de la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica, una lectura que, de seguro, entusiasmará a todos los curiosos de la vida de Liszt, a los profesionales periodistas y, como no, a los cordobeses, a quienes desde aquí, envío un afectuoso saludo.
Enlace: El Liceo de Córdoba. Nº9, Diciembre 12 de 1844. donde se detallan los cuatro días que Liszt pasó en la ciudad de Córdoba.
Una lista de reproducción que incluye obras compuestas sobre motivos españoles, la Elegía sobre un Tema de Soriano, la Gran Fantasía de Concierto, y las variaciones sobre La Romanesca.
Y por último, una sugerencia de mi amigo David Hervás: algunas versiones de la Rapsodia Española.
Otros compositores viajeros por España:
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