I. EL NUEVO MOZART
Los suplementos dominicales siempre me han llamado la atención. Como contrapunto a las serias noticias que se siembran en los diarios de todos conocidos, el contenido de estos suplementos suele versar sobre materias de todo tipo, generalmente con una orientación, digámoslo así, "pedagógica". De esta forma, una vez salvadas las páginas dedicadas a las quejas al director, y a las variopintas ideas de los periodistas de opinión, se abre un mundo de curiosidades que lo mismo tratan las propiedades curativas del ajo crudo que los pormenores de una pareja en declive. Saco el tema del suplemento a colación porque fue en uno de estos donde me enteré de que en Barcelona vive un niño que, a la edad de ocho años, compone música y toca el piano de una manera extraordinaria.
No ha de extrañarse el lector de este fenómeno, sin duda llamativo, porque de nada que se indague en el árbol genealógico de este niño de origen alemán hallaremos entre sus antepasados nada menos que a Franz Liszt y a su alumna Sophie Menter. De cómo pudieron converger los genes de Liszt y de su alumna en una misma persona podría debatirse largo y tendido, pero nos desviaría de nuestro principal objetivo. Asuntos más serios nos reclaman. Serios porque no son pocas las voces que se han apresurado al afirmar que nos encontramos ante un niño prodigio. Ante esta aseveración se impone la sensata opinión de la directora del centro en que se ha formado el niño. Sugiere la directora que aplicar el calificativo de "prodigio" puede ocasionar un perjuicio en el desarrollo natural de cualquier niño, y que es más prudente decir que estamos ante niños que en algún aspecto son, sencillamente, precoces.
Con respecto a la genética, es posible que influyan en esta precocidad los genes de los citados músicos, pero si admitimos esto, entonces hay que admitir que los genes de los ancestros no músicos también habrían de estar presentes. De esta forma, siempre que se tenga una genealogía de cierta altura, habría de esperarse en una sola persona un cúmulo de virtudes envidiables. Y esto en el supuesto de que sólo se heredasen determinadas conductas. El tiempo dirá qué otros aspectos de la personalidad de Liszt se han mantenido intactos, si su pasión por la música húngara, su calidad como biógrafo o el abrazo de las órdenes menores hacia el final de su vida.
Lo cierto es que el niño de Barcelona es un virtuoso cuyo talento no pasa desapercibido. A pesar de su corta edad ya ha dado recitales en los que ha incluido obras de Chopin, Beethoven o Mozart. Y es que, comparación inevitable, ya se han aprestado muchos medios de comunicación a indicar que nos hallamos ante el "Nuevo Mozart". Y esto, por mucho que pueda pesarle a quien lo ha escrito, no puede ser por la sencilla razón de que hace mucho tiempo que surgió en España otro niño que, no teniendo parentesco alguno con el genio de Salzburgo, fue conocido con el sobrenombre de "el Mozart español"; me estoy refiriendo a Juan Crisóstomo de Arriaga.
II. EL MOZART ESPAÑOL
El 27 de Enero de 1806, ésa es la primera coincidencia, cincuenta años después de que lo hiciera Mozart, nace en Bilbao Juan Crisóstomo de Arriaga. . Su padre, Juan Simón de Arriaga, debía saber que el nombre completo de Mozart es Johann Chrysostomus Wolfgangus Amadeus Teophilus Mozart, pero si bautizó a su hijo con el nombre del famoso santo fue por seguir una costumbre: la de aplicar al hijo el nombre del santo que se corresponda con el día de su nacimiento. También Arriaga tenía antepasados músicos. Tanto su padre como su abuelo materno habían sido organistas, el primero en la parroquia de Berriatúa y el segundo en Guernica; y uno de sus hermanos mayores, Ramón Prudencio, era entonces un guitarrista y violinista de notable talento. Los padres de Arriaga no fueron tan visionarios como los del niño de Barcelona, y por esa razón hay tanta oscuridad sobre sus enseñanzas elementales y sobre su vida en general. De esta forma se tiene por maestros al padre y al hermano; pero también a un sujeto llamado Fausto Sanz, un reconocido tenor y violinsta bilbaino. Joseph Fétis, que como veremos más adelante fue profesor de Arriaga en París, escribió un diccionario biográfico de compositores en el que afirma que Arriaga fue completamente autodidacta.
Autodidacta o no, lo cierto es que antes de cumplir los doce años, en 1818, el pequeño bilbaíno ya había compuesto numerosas obras de entre las que hay que destacar una Marcha Militar; un "Octeto", también conocido con el sobrenombre "Nada y Mucho"; y un "Noneto", dedicado a la Sociedad Filarmónica, que hoy se tiene por su "Obertura opus 1". No es poco para un niño de doce años de escasa preparación musical, como tampoco ha de serlo para un adulto de sólida formación, combinar las cualidades de los diversos instrumentos que componen las citadas agrupaciones. Veamos, la instrumentación del Octeto combina dos violines con viola, chelo, contrabajo, guitarra, trompa y piano; y la del Noneto, dos violines, viola, contrabajo, flauta, dos clarinetes y dos trompas.
Vemos, pues, que Arriaga se mueve sin problemas en la composición de música de cámara; pero también que no duda en dedicar su opus 1 a la Sociedad Filarmónica. De esto no sólo se deriva que el joven Arriaga debía moverse en círculos selectos, sino también la existencia en 1817 de una Sociedad Filarmónica en Bilbao. Este opus 1 incluye en su portada, por si no basta con la composición en sí misma, una décima escrita por el niño, en la que demuestra estar mejor dotado para la música que para la poesía:
"De Orfeo la Sociedad
armonía me inspiró
y melodia sembró
dulzuras en tierna edad,
hoy brota su amenidad.
Y aunque lleno de rubor,
grato ofrece mi candor
a la gran Filarmonía
una nueva sinfonía,
obra aún de mi temor".
Es en este ambiente selecto y distendido donde Juan Crisóstomo desarrolla su infancia. Su padre, que se gana la vida con holgura regentando una escribanía, no desatiende las precocidades de su hijo; al contrario, comprende que la vida musical de Bilbao tiene un alcance limitado, y comienza a vislumbrar la posibilidad de que Juan abandone su casa para irse a estudiar a París. Es entonces cuando la tragedia se abate sobre la familia Arriaga. Ya entre los años 1802 y 1809 el padre, Juan Simón, había perdido a cuatro de sus hijos más pequeños, los mayores hacían cada uno su vida fuera del hogar paterno. En 1818 ha de asistir a la muerte de su esposa, Rosa de Balzola y Garamendi. De esta forma, en la casa de los Arriaga, otrora bulliciosa, sólo quedan el padre escribano y el pequeño compositor. Cada cual a lo suyo, Juan Simón se dedica a prosperar su escribanía y Juan Crisóstomo, recordemos que tiene trece años, se dedica a componer una ópera, "Los Esclavos Felices". De esta ópera, desgraciadamente, sólo se conserva la obertura y una pequeña selección de números aislados; como ya ha ocurrido muchas veces, tras la muerte del compositor gran parte de su producción se perdió o permaneció oculta en polvorientos desvanes, hasta que fue redescubierta. Quién sabe cuántos tesoros se han perdido de esta forma, roídos por las ratas y vencidos por la humedad. Sobre la suerte de esta ópera los hay que defienden que se estrenó en 1820 con gran éxito de público y de crítica, y también los hay quienes afirman que este estreno jamás aconteció.
En cualquier caso, si aún quedaba alguna duda acerca de las posibilidades de Arriaga, éstas debieron despejarse ante la calidad de "Los Esclavos Felices". La decisión de cambiar Bilbao por París, pues, ya está tomada, y es un hecho constatable que el trece de octubre de 1821 Juan Crisóstomo se instala en la Rue de Marché de Saint Honoré; en noviembre del mismo año ya consta como alumno de armonía y contrapunto en el Conservatorio, bajo la tutela del belga Fétis, y al poco aparece también matriculado en las clases de violín de Pierre Baillot. Pero antes aún tiene tiempo para componer unas últimas obras en Bilbao, entre las cuales se encuentra un Stabat Mater y unas Variaciones sobre el tema de "La Húngara".
En una época en que los avances en el transporte y en las comunicaciones nos permiten desplazarnos con comodidad, tal vez no reparemos en lo que para un bilbaíno de catorce años suponía en 1820 viajar a París para estudiar en su Conservatorio. Baste decir que el joven Arriaga jamás volvió a ver ni a su familia ni a su ciudad natal en ningún otro momento de su vida.
Poco se sabe sobre las actividades de Arriaga en París, sobre sus amistades o sus experiencias. Son estas cuestiones a las que en su momento no se atendieron y que hoy tal vez echamos de menos. En cambio sabemos, tanto por la calidad de sus obras producidas, como por las anotaciones de Fétis y de Cherubini, que entonces era director del Conservatorio, que su calidad como compositor era extraordinaria. No es de extrañar por ello que pronto fuera nombrado ayudante de las clases de Contrapunto y Fuga. No en vano son de su etapa parisina las obras que se tienen por mejores de toda su producción: un arreglo de las Variaciones sobre la "Húngara" para cuarteto de cuerda, una Sinfonía en Re Mayor, y un primer libro de tres cuartetos de cuerda dedicado al citado Cherubini. En 1823, si bien no puede continuar las clases de violín debido a una lesión de su brazo izquierdo, le es otorgado el 2º premio en el Concurso de Contrapunto y Fuga; el 1º se declara desierto.
He aquí al Mozart español triunfando en París. El año de 1824 Arriaga ve publicados sus tres cuartetos de cuerda mientras continua enfrascado obsesivamente en la composición. Y de pronto, y esto habrá de sorprender a más de uno, se ve afectado por una enfermedad que el compositor y pianista Pedro Albéniz, cuya amistad se había labrado ese verano, diagnostica como una afección de pecho, y Fétis, como la "Maladie de Langueur", que no es otra cosa que la tuberculosis. Esta es la enfermedad que fulmina en pocos días al maestro Arriaga el 17 de enero de 1826, diez días antes de cumplir los veinte años. Y así es como se acaba la brillante carrera de este español, llamado a ser uno de los mejores compositores de todos los tiempos; una genio que, como Mozart, brilló con una intensidad inusitada, y cuyos huesos reposan, siguiendo una macabra analogía, en una fosa común del Cementerio de Montmartre.
Como he dicho, son muchos los datos sobre Arriaga que, ya sea por la mala fortuna, o por la desidia de un padre cansado, se desconocen o se encuentran sumidos en contradicción. No obstante, permítaseme remitir a todo aquel que desee adentrarse en una biografía del músico escrita con seriedad, al libro "En Busca de Arriaga", de Ramón Rodamiláns, cuyos datos editoriales se encuentran más abajo, en la bibliografía. Quedémonos ahora con la música de los dos Mozarts que hemos tratado hoy, confiando en haber despertado la curiosidad de más de uno por el segundo, y deseando al primero una feliz trayectoria por el mundo de la música clásica.
El siguiente es un enlace a un artículo que el poeta Carlos Murciano escribió en el diario ABC el 17 de diciembre de 1976. Lo llamó "Memoria de Arriaga".
Memoria de Arriaga, por Carlos Murciano.
Obertura opus 1, también conocida como Noneto.
La extraordinaria Obertura de "Los Esclavos Felices"
Sir Neville Marriner dirige a la orquesta de Cadaqués el primer movimiento de la Sinfonía en Re Mayor
Ultimo movimiento del tercer cuarteto de cuerda.
Y aquí tenemos un vídeo del niño de Barcelona, que se despacha ante una audiencia atónita (excepción hecha del niño de la primera fila) la Sonata Patética de Beethoven. ¡Felicidades al joven músico!
II. EL MOZART ESPAÑOL
El 27 de Enero de 1806, ésa es la primera coincidencia, cincuenta años después de que lo hiciera Mozart, nace en Bilbao Juan Crisóstomo de Arriaga. . Su padre, Juan Simón de Arriaga, debía saber que el nombre completo de Mozart es Johann Chrysostomus Wolfgangus Amadeus Teophilus Mozart, pero si bautizó a su hijo con el nombre del famoso santo fue por seguir una costumbre: la de aplicar al hijo el nombre del santo que se corresponda con el día de su nacimiento. También Arriaga tenía antepasados músicos. Tanto su padre como su abuelo materno habían sido organistas, el primero en la parroquia de Berriatúa y el segundo en Guernica; y uno de sus hermanos mayores, Ramón Prudencio, era entonces un guitarrista y violinista de notable talento. Los padres de Arriaga no fueron tan visionarios como los del niño de Barcelona, y por esa razón hay tanta oscuridad sobre sus enseñanzas elementales y sobre su vida en general. De esta forma se tiene por maestros al padre y al hermano; pero también a un sujeto llamado Fausto Sanz, un reconocido tenor y violinsta bilbaino. Joseph Fétis, que como veremos más adelante fue profesor de Arriaga en París, escribió un diccionario biográfico de compositores en el que afirma que Arriaga fue completamente autodidacta.
Autodidacta o no, lo cierto es que antes de cumplir los doce años, en 1818, el pequeño bilbaíno ya había compuesto numerosas obras de entre las que hay que destacar una Marcha Militar; un "Octeto", también conocido con el sobrenombre "Nada y Mucho"; y un "Noneto", dedicado a la Sociedad Filarmónica, que hoy se tiene por su "Obertura opus 1". No es poco para un niño de doce años de escasa preparación musical, como tampoco ha de serlo para un adulto de sólida formación, combinar las cualidades de los diversos instrumentos que componen las citadas agrupaciones. Veamos, la instrumentación del Octeto combina dos violines con viola, chelo, contrabajo, guitarra, trompa y piano; y la del Noneto, dos violines, viola, contrabajo, flauta, dos clarinetes y dos trompas.
Vemos, pues, que Arriaga se mueve sin problemas en la composición de música de cámara; pero también que no duda en dedicar su opus 1 a la Sociedad Filarmónica. De esto no sólo se deriva que el joven Arriaga debía moverse en círculos selectos, sino también la existencia en 1817 de una Sociedad Filarmónica en Bilbao. Este opus 1 incluye en su portada, por si no basta con la composición en sí misma, una décima escrita por el niño, en la que demuestra estar mejor dotado para la música que para la poesía:
"De Orfeo la Sociedad
armonía me inspiró
y melodia sembró
dulzuras en tierna edad,
hoy brota su amenidad.
Y aunque lleno de rubor,
grato ofrece mi candor
a la gran Filarmonía
una nueva sinfonía,
obra aún de mi temor".
Es en este ambiente selecto y distendido donde Juan Crisóstomo desarrolla su infancia. Su padre, que se gana la vida con holgura regentando una escribanía, no desatiende las precocidades de su hijo; al contrario, comprende que la vida musical de Bilbao tiene un alcance limitado, y comienza a vislumbrar la posibilidad de que Juan abandone su casa para irse a estudiar a París. Es entonces cuando la tragedia se abate sobre la familia Arriaga. Ya entre los años 1802 y 1809 el padre, Juan Simón, había perdido a cuatro de sus hijos más pequeños, los mayores hacían cada uno su vida fuera del hogar paterno. En 1818 ha de asistir a la muerte de su esposa, Rosa de Balzola y Garamendi. De esta forma, en la casa de los Arriaga, otrora bulliciosa, sólo quedan el padre escribano y el pequeño compositor. Cada cual a lo suyo, Juan Simón se dedica a prosperar su escribanía y Juan Crisóstomo, recordemos que tiene trece años, se dedica a componer una ópera, "Los Esclavos Felices". De esta ópera, desgraciadamente, sólo se conserva la obertura y una pequeña selección de números aislados; como ya ha ocurrido muchas veces, tras la muerte del compositor gran parte de su producción se perdió o permaneció oculta en polvorientos desvanes, hasta que fue redescubierta. Quién sabe cuántos tesoros se han perdido de esta forma, roídos por las ratas y vencidos por la humedad. Sobre la suerte de esta ópera los hay que defienden que se estrenó en 1820 con gran éxito de público y de crítica, y también los hay quienes afirman que este estreno jamás aconteció.
En cualquier caso, si aún quedaba alguna duda acerca de las posibilidades de Arriaga, éstas debieron despejarse ante la calidad de "Los Esclavos Felices". La decisión de cambiar Bilbao por París, pues, ya está tomada, y es un hecho constatable que el trece de octubre de 1821 Juan Crisóstomo se instala en la Rue de Marché de Saint Honoré; en noviembre del mismo año ya consta como alumno de armonía y contrapunto en el Conservatorio, bajo la tutela del belga Fétis, y al poco aparece también matriculado en las clases de violín de Pierre Baillot. Pero antes aún tiene tiempo para componer unas últimas obras en Bilbao, entre las cuales se encuentra un Stabat Mater y unas Variaciones sobre el tema de "La Húngara".
En una época en que los avances en el transporte y en las comunicaciones nos permiten desplazarnos con comodidad, tal vez no reparemos en lo que para un bilbaíno de catorce años suponía en 1820 viajar a París para estudiar en su Conservatorio. Baste decir que el joven Arriaga jamás volvió a ver ni a su familia ni a su ciudad natal en ningún otro momento de su vida.
Poco se sabe sobre las actividades de Arriaga en París, sobre sus amistades o sus experiencias. Son estas cuestiones a las que en su momento no se atendieron y que hoy tal vez echamos de menos. En cambio sabemos, tanto por la calidad de sus obras producidas, como por las anotaciones de Fétis y de Cherubini, que entonces era director del Conservatorio, que su calidad como compositor era extraordinaria. No es de extrañar por ello que pronto fuera nombrado ayudante de las clases de Contrapunto y Fuga. No en vano son de su etapa parisina las obras que se tienen por mejores de toda su producción: un arreglo de las Variaciones sobre la "Húngara" para cuarteto de cuerda, una Sinfonía en Re Mayor, y un primer libro de tres cuartetos de cuerda dedicado al citado Cherubini. En 1823, si bien no puede continuar las clases de violín debido a una lesión de su brazo izquierdo, le es otorgado el 2º premio en el Concurso de Contrapunto y Fuga; el 1º se declara desierto.
He aquí al Mozart español triunfando en París. El año de 1824 Arriaga ve publicados sus tres cuartetos de cuerda mientras continua enfrascado obsesivamente en la composición. Y de pronto, y esto habrá de sorprender a más de uno, se ve afectado por una enfermedad que el compositor y pianista Pedro Albéniz, cuya amistad se había labrado ese verano, diagnostica como una afección de pecho, y Fétis, como la "Maladie de Langueur", que no es otra cosa que la tuberculosis. Esta es la enfermedad que fulmina en pocos días al maestro Arriaga el 17 de enero de 1826, diez días antes de cumplir los veinte años. Y así es como se acaba la brillante carrera de este español, llamado a ser uno de los mejores compositores de todos los tiempos; una genio que, como Mozart, brilló con una intensidad inusitada, y cuyos huesos reposan, siguiendo una macabra analogía, en una fosa común del Cementerio de Montmartre.
Como he dicho, son muchos los datos sobre Arriaga que, ya sea por la mala fortuna, o por la desidia de un padre cansado, se desconocen o se encuentran sumidos en contradicción. No obstante, permítaseme remitir a todo aquel que desee adentrarse en una biografía del músico escrita con seriedad, al libro "En Busca de Arriaga", de Ramón Rodamiláns, cuyos datos editoriales se encuentran más abajo, en la bibliografía. Quedémonos ahora con la música de los dos Mozarts que hemos tratado hoy, confiando en haber despertado la curiosidad de más de uno por el segundo, y deseando al primero una feliz trayectoria por el mundo de la música clásica.
El siguiente es un enlace a un artículo que el poeta Carlos Murciano escribió en el diario ABC el 17 de diciembre de 1976. Lo llamó "Memoria de Arriaga".
Memoria de Arriaga, por Carlos Murciano.
Obertura opus 1, también conocida como Noneto.
La extraordinaria Obertura de "Los Esclavos Felices"
Sir Neville Marriner dirige a la orquesta de Cadaqués el primer movimiento de la Sinfonía en Re Mayor
Ultimo movimiento del tercer cuarteto de cuerda.
Y aquí tenemos un vídeo del niño de Barcelona, que se despacha ante una audiencia atónita (excepción hecha del niño de la primera fila) la Sonata Patética de Beethoven. ¡Felicidades al joven músico!