Este fin de semana, con motivo de una celebración familiar, tuve la ocasión de asistir por primera vez al Restaurante Mandalay del famoso Casino de Torrelodones. Mucho podría decirse acerca del salón, del servicio, del menú y de la variopinta asistencia, pero sería sin duda una descripción que me alejaría demasiado de mi objetivo. Por esa razón, y por considerarlo imprescindible para el desarrollo de este post, sólamente haré una pequeña mención a la orquesta que se encontraba amenizando la velada. Esta orquesta, formada por dos secciones claramente diferenciadas (por una parte los cantantes y la sección rítmica, y por otra los vientos metales propios de una big band) se paseó con una soltura extraordinaria a través de un amplísimo repertorio. Lejos de someterse a una especialización, la orquesta interpretó durante cinco horas un sinfín de temas, que fueron desde la bossa nova de Vinicius de Moraes a los Standards más conocidos, pasando por Pasodobles, Tangos y algún tema de Música Clásica.
Uno de estos temas de Música Clásisa que sonó durante la cena fue el celebérrimo comienzo de "Así habló Zaratustra", de Richard Strauss. No pasó mucho tiempo antes de que una compañera de mesa me preguntase a qué película correspondía esta música, si acaso a Star Wars o a alguna parecida. Pues sí, le respondí, esta música pertenece a la película 2001, pero en realidad la compuso Strauss mucho tiempo antes para su poema sinfónico Así habló Zaratustra. Flaco favor, me vino a la cabeza, le hizo Kubrick a Strauss al incorporar su música a la escena inicial de su película, y no sólo a ese, ya que también empleó el Danubio Azul del otro Strauss para una de las tan llamativas secuencias de esta obra. Mucho daño se ha hecho a los compositores al emplear su música para películas y publicidad. Así que, alentado por esta pequeña reflexión y por el aturdimiento derivado de la opípara cena, me puse a pensar en algunas películas que habían empleado música clásica como parte de su banda sonora, pero con un reto: el de encontrar esta música en películas clásicas de cuya banda sonora pudieran desprenderse los criterios de interpretación musical de épocas que actualmente nos quedan un poco lejanas, y que, dada su antigüedad, no resulten tan conocidas por el público en general.
Las más antiguas que me vinieron a la mente se remontan a la década de 1930; a una década donde por alguna razón proliferaron las cintas de terror, adaptaciones de novelas clásicas como Drácula o Frankenstein, o de mitos populares como los de la licantropía. En el siguiente video podemos apreciar un documento excepcional por partida doble, de un lado una de las transformaciones más lúcidas de hombre a lobo y, de otro, un acertado uso del poema sinfónico de Liszt "Les Preludes"; tras la transformación sigue un breve episodio dramático acompañado al piano por un vals de Chopin.
Otro interesante y ya estereotipado ejemplo de música clásica en el cine clásico de terror, es el que ilustra los créditos iniciales de la mítica Drácula, interpretada por el húngaro Béla Lugosi, y dirigida por Tod Browning en 1931. La melodía que se escucha durante el primer minuto de la cinta pertenece al Lago de los Cisnes, de Tchaikovsky. Al menos a mí me resulta tarea ardua desvincular esta melodía del genial Lugosi, a pesar de los notables esfuerzos de Darren Aranofsky en la reciente Cisne Negro. No obstante, aún me resulta mucho más interesante esta interpretación del Cascanueces de Tchaikovsky en esta primera versión del Mago de Oz, una película producida nada menos que en 1910.
Otra gran obra del séptimo arte que conjuga unas imágenes sobrecogedoras con una banda sonora magistral, es la resultante de la colaboración de tres rusos excepcionales: el director Sergei Einsenstein, el director de fotografía Eduard Kazimirovich Tisee y el compositor Sergei Prokofiev. Juntos realizaron, entre otras, la película Alexander Nevsky, que narra las luchas de este noble ruso contra las invasiones de los suecos, teutones y tártaros durante la primera mitad del siglo XIII. Veamos el resultado de esta colosal triada:
No nos vendrá mal, después de tanta tragedia, solazarnos un poco con unas secuencias bien distintas de otra película, aunque muestran a una agitada y confusa Ingrid Bergman cayendo en las trampas que le tiende el miserable Charles Boyer en "Luz de Gas". El citado Boyer, que en la película interpreta a un malvado pianista, por cierto, pretende nublarle el seso a la pobre Ingrid Bergman, para así echarle el guante a una suculenta herencia. El drama que se desarrolla en la siguiente secuencia está magistralmente acompañado por la Sonata Patética de Beethoven, y por la primera balada para piano de Chopin.
Para los músicos en general es importante un ambiente personalizado para estudiar sus partituras; los que hemos estudiado en Conservatorios estamos hechos a practicar en las cabinas, pequeños cubículos, casi zulos, en los que dificilmente cabe un piano y una silla. Estas cabinas no suelen estar provistas de instrumentos de gran calidad por lo que el estudio suele ser principalmente mecánico. No creo equivocarme al suponer que todos los músicos estudiamos e interpretamos mejor en un instrumento adecuado y en una sala debidamente acondicionada. Los grandes músicos a cuyos videos caseros se pueden acceder con bastante facilidad dan buena fe de ello; mírese si no alguno de los videos en que Ton Koopman interpreta al clave o al órgano desde alguna de las estancias de su casa. Sin embargo, y a pesar de Ton Koopman, no he encontrado yo mejor ambiente para interpretar a Bach que el que se ingenió el Capitán Nemo, caracterizado por el siniestro James Mason en 20.000 leguas de viaje submarino:
¡Ya está bien de dramas! Pasemos ahora, y definitivamente, a la comedia. Imagino que en su momento fueron muchos los que de muy astutas maneras intentaron ligar con Marylin Monroe, pero seguramente nadie fue tan ingenioso como Tom Ewell en "La tentación vive arriba" , que se valió del Concierto nº 2 para piano y orquesta de Rachmaninov para conseguirlo:
¡Ya está bien de dramas! Pasemos ahora, y definitivamente, a la comedia. Imagino que en su momento fueron muchos los que de muy astutas maneras intentaron ligar con Marylin Monroe, pero seguramente nadie fue tan ingenioso como Tom Ewell en "La tentación vive arriba" , que se valió del Concierto nº 2 para piano y orquesta de Rachmaninov para conseguirlo:
El preludio en do sostenido menor de Rachmaninov es un viejo conocido de los pianistas. Muchos lo hemos estudiado y nos hemos comprometido con su vigor y su carácter, pero no creo que nadie haya llegado tan lejos como el genial Harpo Marx, que realiza en la película Un día en las Carreras una versión un tanto violenta del citado preludio, después de que su hermano Chico haga otra curiosa interpretación de una Rapsodia Húngara de Liszt, con variaciones libres.
...las cosas del directo.
Vamos a concluir este post cinematográfico con la que, en mi opinión, es la mejor escena de compenetración de una banda sonora clásica en una película. Se trata de un espléndido barbero realizando un afeitado apurado a un cliente sobresaltado, al ritmo marcado por Brahms, en la película "El Gran Dictador".
Si quieres saber sobre las vidas de algunos compositores llevadas al cine pincha aquí:
Biopics
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