Entre los acontecimientos ocurridos últimamente en Egipto hay uno que me ha llamado poderosamente la atención. Según informan numerosos medios de comunicación, las revueltas no sólo han provocado la desaparición del régimen anterior, sino también la de nada menos que 54 piezas que se encontraban en el Museo Egipcio del Cairo. Así, en la sola jornada del pasado 28 de febrero, un puñado de bajamaneros se internaron en el citado museo y pisparon numerosas piezas pequeñas -estatuas sedentes de los dioses Anubis, Hapi y Osiris, entre otros- y tres estatuas de madera dorada del faraón Tutankamón. Me llamó la atención porque no hace mucho había leído que Zahí Hawas, secretario general del consejo de antigüedades de Egipto, había exigido a los alemanes la devolución del famoso busto de Nefertiti, esgrimiendo el argumento de que la obra había salido de Egipto a través de unas gestiones nada honorables. Ya en 2009 se había exigido también la devolución por parte del Museo Británico de la Piedra Rosetta. Me echo a temblar cuando pienso que tal vez estas preciadas joyas pudieran encontrarse ahora en manos de los vándalos, así llama la prensa a los autores del robo.
Los griegos saben mucho también de estos asuntos. A estas alturas no es noticia para nadie que los griegos han exigido al Museo Británico la devolución de las metopas del Partenón, también llamadas Mármoles de Elgin, en alusión a Thomas Bruce, conde de Elgin. Se tiene por cierto que este lord inglés compró a los turcos estas metopas cuando éstos hicieron del Partenón un polvorín. Este es un tema que trae consigo una notable división de opiniones acerca de lo que habría de hacerse con estas joyas del arte. En todo caso siempre será mejor estudiarlas que sustraerlas.
Una de las personas que estudió con intensidad las metopas fue el compositor polaco Karol Szymanowski. La fuente de inspiración para la obra para piano "Metopas op. 29", compuesta en el año 1915, no es el friso del Partenón, como cabría esperar de lo antedicho, sino las metopas del templo siciliano de Selinunte, que tuvo oportunidad de admirar en el Museo Nacional de Palermo cuatro años antes. De alguna manera la Grecia clásica dejó en el polaco una profunda inquietud, ya que su op. 30 es una obra para violín y piano llamada "Mitos op.30"; en ella se representan las historias de la ninfa Aretusa, el vanidoso Narciso y el dios griego Pan, identificado con el Dioniso latino. Estas son historias de metamorfosis, probablemente extraídas de la obra de Ovidio. La ninfa Aretusa es transformada en corriente de agua al huir de las proposiciones del río Alfeo, para al final convertirse en el manantial que lleva su nombre, en Siracusa. Por su parte Narciso también sufrió una curiosa metamorfosis, pero tiempo después de que la ninfa Eco se consumiera en una cueva tras el desprecio sufrido por el atractivo mancebo.
Otras son las historias que Szymanowski quiere narrar en sus Metopas. Con un lenguaje muy cercano al Scriabin más avanzado, este op. 29 es un tríptico basado en tres episodios de La Odisea: La isla de las sirenas, Calipso y Nausicaa. La música ha de tener un impacto por si misma, qué duda cabe, pero conocer el contexto en que se desarrolla puede ser una herramienta muy útil para quien la escuche, e indispensable para quien la interpreta.
Conocemos el episodio en que Ulises, deseoso de escuchar el atractivo y mortífero canto de las sirenas, unta primero los oídos de su tripulación con la cera extraída al apretar fuertemente un pan, y exige de ellos después que lo amarren al mástil y no lo suelten por más que suplique, antes bien que aún lo amarren con más brío. La maniobra del astuto Ulises da resultado y así, al pasar por la isla de las sirenas, nadie se precipita al ponto como consecuencia de su llamativo canto, al tiempo que el Laértida se permite el lujo de escucharlo.
Después de este episodio, una serie de malas decisiones tomadas por el imprudente Euríloco culminan con un Ulises a la deriva, abrazado a la quilla de su curvada nave durante nueve días, que viene a dar con la isla de Ogigia, donde habita esta terrible ninfa Calipso, de lindas trenzas. Allí la ninfa retiene al apesadumbrado héroe durante siete largos años, agasajándolo con hábiles requiebros, prometiéndole una vida libre de vejez, y como no podía ser de otra manera, refocilándose con él en su acogedora caverna, de donde le nacen a la ninfa cuatro hijos: Nausitoo, Nausinoo, Latino y Telégono. Cuando Ulises relata sus aventuras a los feacios da a entender que la propia ninfa se cansa de él y lo despide al entrar el octavo año de su cautiverio.
El último episodio al que Szymanowki pone música es el encuentro con Nausicaa, la hermosa hija de Alcinoo, el rey de los feacios. En esta ocasión Ulises se encuentra durmiendo en la playa tras innúmeras fatigas, mientras Nausicaa y sus criadas juegan a un extraño juego cuya norma, básicamente, consiste en lanzarse una pelota. Los filólogos sugieren que este juego es en realidad una elaborada danza ritual. En el transcurso de ésta Atenea intercede para que Nausicaa y Ulises se encuentren por casualidad.
Un equivalente de las sirenas y de las ninfas de la mitología griega lo encontramos en las Ondinas germánicas y del norte de Europa, a las que tanto Ravel como Debussy prestaron atención. Robert Schmitz, que fue amigo de Debussy y un esforzado profesor de piano, escribió una obra de referencia sobre la obra para piano del compositor francés "The Piano Works of Claude Debussy". Él mismo se aventura a hacer una definición de las Ondinas al analizar el interesantísimo preludio "Ondine". Veamos qué dice: "El interés que muestra Debussy por los seres sobrenaturales, así como su pagano y místico amor a la naturaleza y sus elementos, nos provee de nuevo de material para un Preludio. Desde el granuja Puck a los elegantes elfos y hadas, y ahora a las igualmente gráciles ondinas, uno comprende que la expresión romántica de Debussy ha sufrido una transformación (...) Las Ondinas son ninfas acuáticas, cuyos palacios de cristal se hallan en las profundidades de las lagunas y de los ríos; a través del canto, de la danza y de sus ondulaciones en el agua atraen a los incautos pescadores y viajeros, para llevárselos a sus profundos palacios, donde los días pasan en ocioso regocijo..."
Claro que esto es en el mejor de los casos. La doctora Marie Luise Von Franz afirma que tanto las ondinas, las sirenas griegas y las Lorelei germanas, son manifestaciones arquetípicas del ánima, es decir, de la mujer interior de cada hombre. La manifestacion negativa del ánima de un hombre se realiza en estos aspectos en una forma que simboliza la ilusión destructiva, un sueño irreal de amor, felicidad y calor maternal, "un sueño que atrae a los hombres alejándoles de la realidad". De ahí que las sirenas, las ninfas y las ondinas posean unas connotaciones algo siniestras y peligrosas, así como las princesas que en los cuentos ponen a prueba al héroe con sus acertijos. Los franceses llaman a este personaje "Femme fatale". Los españoles, menos finos pero más prácticos, empleamos para esto otro tipo de vocablos más contundentes. .
Vamos a escuchar a continuación estas interesantes obras:
1).- Robert Casadesus.- Debussy: Preludio Nº 8 (libro 2) Ondine.
2).- Alicia de Larrocha, en un curiosísimo video, interpreta Ondine, de Ravel:
3) Aquí tenemos a Jacques Thibaud en un vídeo "incunable" interpretando La Fuente de Aretusa, el primer movimiento de los "Mitos op. 30" para violín y piano, de Karol Szymanowski.
4) Aquí tenemos a Piotr Anderszewsky interpretando las Metopas op. 29:
Para saber más cosas sobre estos personajes tan peligrosos: Mujeres Fatales