Ya suenan de lejos campanas de boda. Nada menos que cinco invitaciones he recibido en las dos últimas semanas. A raíz de este cúmulo de celebraciones no he podido evitar recordar los tiempos (tampoco muy pasados) en que tocaba en las iglesias las dos marchas nupciales más famosas, la de Mendelssohn y la de Wagner; y las dos Ave Marías más conocidas, la de Gounod y la de Schubert, habitualmente con cantantes y ocasionalmente con violinstas. Entre este repertorio se colaba alguna vez el Panis Angelicus de Cesar Franck, pero esto no era lo frecuente. De entre todas las bodas en que he tocado sólo en una se me dio la posibilidad de no interpretar ninguna de estas marchas nupciales. Se trataba de una boda evangelista en la que la novia, que contaba con el don del mandamiento entre sus virtudes, exigió que para su entrada tocásemos una pieza de la película Two Much, compuesta por Michel Camilo, y para la de su novio, cuyas protestas fueron desoídas primero y aplacadas después, una canción de campesinos que se encuentra en el Album para la Juventud, de Schumann. Para finalizar la boda tocamos Amazing Grace. He de reconocer que esta es la boda en que más he disfrutado tocando y en la que, dicho sea de paso, mejor y más pronto me pagaron.
En el resto de bodas siempre he tocado las marchas nupciales tradicionales y esto, sin dejar de ser elegante, me parece un poco injusto. Injusto porque una vez más la grandeza de obras de gran aliento, popularizadas hasta lo indecible por la tradición, han eclipsado otras que gozan de una inspiración y de una calidad indudables. Así ha ocurrido que desde que la princesa Victoria de Sajonia-Coburgo-Gotha escogiera para su boda en 1858 con Federico III de Alemania las marchas nupciales de Mendelssohn y Wagner, éstas no se han apeado del podio ni por un momento. Pero hay más. Vamos a intentar ajusticiar estas otras marchas, aunque sin menoscabo de las antedichas.
Mozart compuso para su ópera Las bodas de Fígaro una marcha nupcial que, es cierto, aveces se interpreta en las bodas actuales, tal vez por su carácter más alegre y festivo. Quien haya visto la película Amadeus recordará la escena en que durante un ensayo el emperador asiste a un baile sin música y se queda espantado ante la prohibición de suprimir la música de ballet. Escuchemos la marcha en la versión del maestro Harnoncourt: Bo Skovhus – Mozart: Le nozze di Figaro, K.492 - Original version, Vienna 1786 / Act 3 - "Ecco la marcia... andiamo" - La marcia (Figaro, Susanna, Conte, Contessa)
Un compositor que gustaba mucho de las marchas nupciales fue el noruego Edvard Grieg. Seguro que los pianistas están familiarizados con sus piezas líricas, dentro de las cuales se encuentra esta pequeña joya. Se trata de "Bryllupsdag pa Troldhaugen", op.65 nº 6, es decir "Un día de boda en Troldhaugen". Troldhaugen era el hogar de Grieg en Bergen, Noruega, en el cual ahora se encuentra el Museo Grieg. Esta es la web del museo: http://www.kunstmuseene.no/Default.asp?enhet=troldhaugen&sp=2 y a continuación dejo una serie de enlaces de las marchas nupciales que compuso Grieg, incluyendo esta de Troldhaugen:
El compositor checo Smetana compuso, además de El Moldau, muchas obras interesantes; todas ellas eclipsadas por este movimiento de Ma Vlast. Entre las muchas obras que compuso se encuentran Tres Escenas de Boda: la procesión de la novia, la novia y el novio, y una danza festiva.
Aun nos vamos a detener un poco más en el ámbito nacionalista y volvemos hacia el norte de Europa, donde el compositor finlandés Jean Sibelius compuso esta interesantísima marcha nupcial para "El Lenguaje de los Pájaros".
El cuento de La Bella Durmiente, en contra de lo que pueda parecer por el drama que se desarrolla en él, acaba en boda. Buen final, según el novelista Somerset Maugham, que opina que "así como la muerte todo lo termina y es también final adecuado de cualquier narración, también concluye convenientemente lo que en bodas acaba, y yerran quienes, por alardear de avisados, hacen burla de aquellos desenlaces que la costumbre ha dado en llamar felices". Así es como interpretó Tchaikovsky las bodas de la bella durmiente con su apuesto príncipe: Andre Previn – Sleeping Beauty - Ballet Op. 66 (1993 Digital Remaster), ACT III: "The Wedding": 21. Marche (Allegro non troppo)
Para concluir voy a citar dos marchas nupciales compuestas por Franz Liszt, de quien seguramente se dirán muchas barbaridades a lo largo de todo este año 2011. Una de las formas musicales que cultivó el genial húngaro fue la Paráfrasis, que es un arreglo libre y virtuoso a partir de piezas conocidas provenientes de otras fuentes. Liszt compuso Paráfrasis sobre Don Giovanni, Aida o la secuencia Dies Irae (Totentanz). Pero también le debemos una Paráfrasis sobre la Marcha Nupcial de Mendelssohn: György Cziffra – A Midsummer Night's Dream - Wedding March and Dance of the Fairies S.410, R.219
Los que tienen a Liszt como un compositor para piano de corte brillante y exclusivamente virtuosístico harían bien estudiando su producción sinfónica y sobre todo su obra coral, pero aún en el terreno del piano es de estudio obligado los cuadernos de Años de Peregrinaje. El primer cuaderno, Suiza, trata básicamente sobre evocaciones líricas de escenas naturales; y el segundo, Italia, sobre obras de arte. La primera pieza del cuaderno Italia se llama Sposalizio, y está basada en las impresiones producidas por un cuadro en madera de Rafael, "Los Desposorios de María", también conocido como "Sposalizio", de 1504. Este cuadro, que se encuentra actualmente en la Pinacoteca di Brera, Milán es una obra cumbre de la juventud de Rafael y tiene la particularidad de ser la primera que firma con su nombre. Basada en la obra de su maestro Perugino representa el matrimonio de María con José, cuya vara florida simboliza que él ha sido el elegido, no así los demás, que en un rapto de desengaño la rompen . Liszt aporta con esta obra un adelanto a la armonía, con un curioso uso de notas extrañas que anticipan incluso a Debussy. Al menos en mi opinión, no hay marcha nupcial que supere en profundidad a esta gran obra de Liszt, cuya interpretación dejo ahora en las manos del pianista Alfred Brendel.