El compositor checo Bedrich Smetana es conocido principalmente por dos obras de cierta magnitud. Por la primera, la ópera "La novia vendida", se le tiene por el padre de la música nacionalista checa. Por la segunda, el grupo de seis poemas sinfónicos "Ma Vlast", es decir, "Mi patria", se ganó un hueco indiscutible en la Historia de la Música. Pero esta Historia, como ya se ha dicho, es a veces caprichosa, y se complace arrimando en una esquina polvorienta durante décadas unas obras que, en su momento, alcanzaron gran notoriedad. Las arrincona, y al cabo, sin saberse muy bien por qué motivo, un buen día las desentierra y las vuelve a llevar a las salas de conciertos. De hecho, si bien es "Ma Vlast" la obra más conocida de Smetana, no creo equivocarme al afirmar que es su segundo poema sinfónico, "El Moldava" el que más se interpreta y se conoce. Por esta razón es encomiable que la Orquesta Nacional de España haya dedicado este fin de semana un espacio en su programación para "Sárka", el tercer número de esta compleja partitura.
Una característica de la Música Nacionalista es el tratamiento de motivos populares que, de algún modo, sean representativos del país que se pretende exaltar. De esta forma es común encontrar partituras que ilustren los elementos naturales, la literatura, la historia y la mitología vernácula. El gran logro, aparte del musical, que contiene "Ma Vlast" es que en él se dan estos cuatro apartados. "Sárka" pertenece a la corriente mitológica. Deténgamonos un momento a analizar su argumento.
La tradición bohemia sitúa a Sarka alrededor del siglo VII. Según el mito Sarka sería una amazona a las órdenes de un tal Vlasta. La historia que narra el poema sinfónico es aquélla en que Sarka se hace atar a un árbol por sus amazonas, dejando fuera de su alcance un irresistible jarro de hidromiel. Es en esta indefensa pose que el imprudente Ctirad, que capitanea el ejército enemigo, se encuentra a la joven. Esta, con los ardides propios de estos personajes, se las ingenia para hacer creer a Ctirad que sus doncellas la han dejado atada para chancearse de ella. El ingenuo capitán cede a sus encantos, la desata, y, como no podía ser de otra manera, se enamora poderosamente. Sarka finge corresponderle y en su engaño, Ctirad hace venir a sus huestes para celebrar juntos su buena fortuna. Dan buena cuenta entre todos del jarro de hidromiel en que las muy astutas amazonas han derramado una poción somnífera. Hace el brebaje su efecto y tan pronto caen rendidos los inhábiles guerreros irrumpen de entre la maleza las crueles amazonas para degollarlos a todos uno a uno, en un festín de sangre y de venganza. Incluyo al final una guía de audición de este poema sinfónico basada en las anotaciones de Nikolaus Harnoncourt en su libro "La Música es más que las Palabras".
Este es uno de los numerosos ejemplos en que el eterno arquetipo femenino de la mujer fatal, el llamado aspecto negativo del ánima de un hombre, llama la atención de los compositores. Ya hablamos anteriormente de las Ondinas, que engatusaban a los incautos pescadores con sus dádivas y sus requiebros, y que se solazaban luego ahogándolos en su laguna; o de las Sirenas que al paso de los marineros por su isla los confundían con su canto para que se lanzaran por la borda y perecieran en el rojo ponto. Muchos compositores, entre ellos Debussy y Szymanowski , pusieron música a estos personajes.
Al menos hay en música dos mujeres más que, como Sárka, se complacieron separando la cabeza de los hombros de sus rivales, valiéndose de engaños y de entuertos. Otras, como Dalila, se contentaron con sacarle a su víctima los ojos; el compositor francés Saint-Saëns puso música a esta historia. Pero vayamos por partes.
Antonio Vivaldi compuso un Oratorio, que también interpretó no hace mucho la Orquesta Nacional, llamado Juditha Triumphans. Judit es un personaje que goza en la Biblia de un libro propio y que ha de enmarcarse en los días en que los babilonios hacían la guerra a los judíos de Israel. Un Rey Nabucodonosor que había prosperado después de aplastar a Arfaxad, rey de los medos, envió emisarios a las naciones vecinas exigiendo rendición y sumisión inmediata. A los que ofrecieron resistencia les hizo la guerra por medio de su más esforzado jefe, el temible Holofernes, a quien le dijo estas palabras: "Sal a campaña contra todos los reinos de occidente, y principalmente contra aquéllos que menospreciaron mis órdenes. No mirarás con compasión a reino ninguno, y sujetarás a mi dominio todas las ciudades fuertes". Entre los que menospreciaron sus órdenes se encontraban los judíos de Israel, que pronto se vieron sitiados por los babilonios. Previendo una matanza, Judit, una joven viuda de Betulia, ingenió un plan infalible. Por medio de artes sibilinas se introdujo en el campamento de los babilonios y forzó una audiencia con Holofernes. Este, cautivado por el arrojo y la belleza de la judía, y alentado por intenciones algo abyectas, cenó abundantemente con ella en su tienda, y se dejó llevar por el entusiasmo de la embriaguez hasta que se quedó profundamente dormido. Y ahí, curiosa analogía con el mito anterior, tras una breve oración implorando valor al señor "dióle dos golpes en la cerviz y cortóle la cabeza, y desprendiendo de los pilares el cortinaje, volcó al suelo su cadáver hecho un tronco..." Aquí tenemos la maravillosa versión que Artemisia Gentileschi pintó de este episodio, y a continuación un breve fragmento de esta obra, el momento en que Judit
se regocija en su venganza:
Otra historia de decapitaciones que también se llevó con éxito a la música es la de Salomé, cuyas hazañas se relatan también en la Biblia, en este caso en los evangelios de Mateo y Marcos. Su madre, Herodías, había contraído matrimonio con Herodes a través de unas artes un tanto sospechosas. Rechazada en silencio por el pueblo era Juan Bautista quien declamaba a viva voz lo ignominioso de este matrimonio. Por esta razón dio con sus huesos en la celda. Es en este punto donde Oscar Wilde inició su conocida obra de teatro "Salomé", que al final habría de servir como modelo para la ópera de Strauss.
El único acto de que consta la obra se inicia en mitad de un banquete presidido por Herodes y Herodías, entre cuyo barullo se mezclan en ocasiones las maldiciones que profiere Juan Bautista desde su celda. Interesada por conocer al dueño de tan hermosa voz, Salomé ordena que se le permita ver al preso, de quien queda prendada. Su interés no es correspondido con el mismo entusiasmo por el Bautista. Salomé le suplica que le permita besarle y él se niega. Iracunda, y urdiendo un escalofriante plan, Salomé se retira y vuelve al banquete, presentándose ante un adormecido Herodes que, alentado por el vino, le pide que baile para él. Ante las negativas de Salomé jura Herodes que si cumple su deseo le dará cualquier cosa que pida. Este es el motivo por el que baila Salomé la tan famosa danza de los siete velos, a cuyo término se sitúa altiva ante Herodes y le pide una única cosa entre tantas que le puede ofrecer... le pide, más bien le exige, la cabeza del Bautista en una bandeja de plata. Herodes, que no da crédito a sus oídos, intenta disuadir a la hija de Herodías (así es como la nombran en la Biblia), pero es en vano. Incapaz de distraer a Salomé ofreciéndole todo tipo de regalos, accede a la decapitación de Juan Bautista y le entrega su yerta cabeza cuyos labios, en un rapto de despecho, besa apasionadamente. Aquí tenemos el fragmento de la ópera en que Salomé "departe" con la cabeza del Bautista.
En todo caso, permítaseme citar, ya para concluir y aunque sólo sea por compensar (y también por la calidad de la música) un ejemplo en que, al contrario del leitmotiv que seguimos en este post, es la mujer quien acaba mal. Se trata de la historia trágica de Dido, reina de Cartago, que acoge a Eneas y a su tripulación. Dido y Eneas se enamoran al poco tiempo, pero una serie de confabulaciones y malentendidos provocan que Dido acabe por rechazar al héroe. Tras un breve lamento, que incluyo a continuación, la desesperada reina termina suicidándose. La ópera de Henry Purcell está basada en La Eneida, poema épico que narra la huída de Eneas de Troya, tras la destrucción de la ciudad por los aqueos.
Esta es la guía de audición de Sarka:
1) 0,29-1,50: Se describe el carácter violento y vengativo de Sarka.
2) 1,50-3,03: Ctrad y sus huestes se acercan a caballo, ignorantes de su destino.
3) 3,03-6,14: El clarinete (Sarka) llama a Ctrad desde el árbol en que está atada.Se produce un diálogo con el violoncello y una escena amorosa.
4) 6,14- 8,10: Una escena de regocijo en el amor; los incautos se toman el brebaje preparado por las amazonas y se quedan dormidos.
5) 8,10: El fagot representa los ronquidos de los guerros.
6) 8,30-hasta el final: Un toque de corneta da la señal para el ataque, origen y culminación de la matanza.
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En todo caso, permítaseme citar, ya para concluir y aunque sólo sea por compensar (y también por la calidad de la música) un ejemplo en que, al contrario del leitmotiv que seguimos en este post, es la mujer quien acaba mal. Se trata de la historia trágica de Dido, reina de Cartago, que acoge a Eneas y a su tripulación. Dido y Eneas se enamoran al poco tiempo, pero una serie de confabulaciones y malentendidos provocan que Dido acabe por rechazar al héroe. Tras un breve lamento, que incluyo a continuación, la desesperada reina termina suicidándose. La ópera de Henry Purcell está basada en La Eneida, poema épico que narra la huída de Eneas de Troya, tras la destrucción de la ciudad por los aqueos.
Esta es la guía de audición de Sarka:
1) 0,29-1,50: Se describe el carácter violento y vengativo de Sarka.
2) 1,50-3,03: Ctrad y sus huestes se acercan a caballo, ignorantes de su destino.
3) 3,03-6,14: El clarinete (Sarka) llama a Ctrad desde el árbol en que está atada.Se produce un diálogo con el violoncello y una escena amorosa.
4) 6,14- 8,10: Una escena de regocijo en el amor; los incautos se toman el brebaje preparado por las amazonas y se quedan dormidos.
5) 8,10: El fagot representa los ronquidos de los guerros.
6) 8,30-hasta el final: Un toque de corneta da la señal para el ataque, origen y culminación de la matanza.
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