En efecto, Hildegard von Bingen (1098-1179) destacó no sólo en el terreno de la composición musical; a la par que componía sus propios cantos, escribía obras sobre teología; tratados sobre historia natural; tratados sobre los poderes curativos de las plantas, los animales, los árboles y las piedras; y poesía. Además, ella misma iluminaba sus libros con notables ilustraciones.
Nacida en Bermersheim, décima hija de una familia acaudalada, muy pronto fue enviada a la iglesia junto a una suculenta dote. Escogieron para su tutela y educación a una anacoreta llamada Jutta, que llevaba su vida contemplativa en una celdilla anexa a un monasterio benedictino en Disibodenberg. A pesar de enseñarle a recitar el Salterio, a leer y a escribir, cuando tras su muerte se refirió a ella, afirmó Hildegard haber sido educada por "esta indocta mujer". Pero fue la única a quien Hildegard confió sus más insólitos secretos. La niña precoz experimentaba visiones divinas desde los tres años. Tal como ella misma escribe en 1141 tuvo una gran visión que habría de cambiar el curso de su vida; en ella se le presentó Dios y le mostró el camino para comprender el significado de los textos religiosos, con el mandato de registrar por escrito sus visiones.
Con el permiso del papa Eugenio III este trabajo fue concluido y se publicó con el nombre de "Scivias". Este libro está compuesto por tres partes que describen y explican en total 26 visiones, acompañadas por iluminaciones de la propia Hildegard; tanto las visiones como los dibujos han sido estudiados y analizados por personalidades de la talla de Carl Jung, por ejemplo. Aparte de Scivias, Hildegard concluyó dos trabajos más sobre teología: Liber Vitae Meritorum y Liber Divinorum Operum.
De alguna manera Hildegard habría estudiado la cosmología griega y concretamente la obra de Galeno (médico griego del siglo II d.c.) que tipificó los comportamientos humanos en cuatro temperamentos: sanguíneo, flemático, colérico y melancólico. Esta idea proviene de Hipócrates (siglo V. a.c.) que afirma que el cuerpo humano se compone de los cuatro elementos, aire, agua, fuego y tierra; y que tienen su correspondencia en la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra. Esta es la base de las obras científicas de Hildegard, que estudió minuciosamente los diversos temperamentos humanos y los elementos naturales que sofocan sus excesos. Así, decidió qué objeto se adapta mejor para la curación de enfermedades derivadas de los temperamentos. Por raro que pueda parecer en una abadesa, escribió también acerca de las relaciones sexuales. Sus dos obras científicas, conocidas como Liber Subtilatum son: Physica, sobre historia natural; y Causae et Curae, sobre los poderes curativos de los diversos objetos.
La celda en que Hildegard se educó se encontraba anexa a un monasterio benedictino. A través de una ventana podía escuchar y aprender los cantos de los oficios divinos que se realizaban cada tres horas. Aprendió de oído los modos gregorianos, los textos, los sonidos; con estos conocimientos, entre los que no se encontraban estudios en técnica de canto ni en notación musical, creaba cantos que luego eran copiados en un Scriptorium por copistas entrenados en la notación. Su música pretendía ser una sinfonía de ángeles, un diseño oculto de las creaciones de la naturaleza y la unidad de las voces humanas alabando a Dios desde la tierra. Pero también en sus palabras hallamos rastros de lo que podría ser el primer intento de musicoterapia. Hildegard pensaba que muchas veces al día nos desequilibramos. Por medio de la música podemos recuperar ese equilibrio y redirigir los corazones al cielo. Según ella, a través del canto y de la ejecución instrumental integramos mente, corazón y cuerpo, y con ello sanamos los desacuerdos internos.
La Sibila del Rin, como también era conocida, compuso principalmente dos libros de música: Ordo Virtutum y Symphonia Armoniae Celestium Revelationum. Ordo Virtutum es una obra de teatro en la cual un alma errante se debate entre las tentaciones del diablo y las virtudes. Dado que se trata de una obra de teatro con música se ha escrito incluso que estamos ante la primera ópera. La Symphonia es una colección de cantos dedicados especialmente a la Virgen María y a Santa Úrsula; música escrita para las ocho horas del oficio divino donde se hacen lecturas y cantos de salmos e himnos. Las principales formas musicales que se hallan en la Symphonia son las del canto gregoriano, y cuyos enlaces dejo a continuación como muestra de la grandeza de esta mujer que vivió recluida en un convento a orillas del Rin, en pleno siglo XII:
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