De camino en metro hacia el aeropuerto de Madrid entablé conversación con una pareja de alemanes que, con el desparpajo propio de los europeos, me preguntaron hacia dónde viajaba. A Gran Canaria, les contesté, y se dieron por satisfechos. Pero al poco comenzaron a interrogarme sobre la isla en general y sobre su clima en particular, pues así como nunca habían visitado las islas sí les había llegado mucha información turística a Berlín, donde vívian. El motivo de tanto interés por el clima de Gran Canaria se debía, según me explicaron, a que el padre de uno de ellos, ya jubilado y al parecer acaudalado, buscaba un lugar cálido donde pasar su "tercera etapa". Dado que tengo noticias que avalan que esta costumbre europea de retirarse en Canarias está muy extendida, les aseguré que Gran Canaria cumpliría holgadamente sus expectativas. Una vez en el aeropuerto nos despedimos deseándonos buen viaje y nos separamos, ellos diez horas a la China y yo dos horas y media a Gran Canaria.
Pero como quiera que esas dos horas y media vinieran precedidas de un retraso de otras dos, tuve tiempo para pensar en los casos en que, aquejados por alguna afección, Chopin y Saint-Saens embarcaron con rumbos distintos hacia distintas islas con la esperanza de encontrar un alivio a la enfermedad. A Chopin lo mandaron a Mallorca, y a Saint-Saëns a Gran Canaria. En otro momento me extenderé sobre las peripecias de Chopin en la Cartuja de Valldemosa. Baste saber por ahora que aquel invierno de 1838 parece que fue lluvioso de principio a fin, con lo que su afección, lejos de desaparecer, se agravó aún más. Aún así compuso la mayor parte de los preludios para piano en ese ambiente tan inhóspito. Mejor suerte corrió Saint-Saënts en Gran Canaria. En total se cuentan siete visitas a la isla entre los años 1889 y 1909 y una a la isla de La Palma en 1894. Al igual que Chopin, su principal interés radicaba en cobijarse del frío y recuperarse de alguna afección pulmonar, razones estas que lo impulsaban a viajar siempre en invierno.
Muchas son las historias que podrían contarse sobre la vida de Saint-Saëns en Canarias, todas ellas reseñadas en el libro "Saint-Saëns en Gran Canaria", de Nicolás Díaz Saavedra, de donde tomamos unas líneas que el compositor escribió a un amigo: "He encontrado de nuevo la dulzura del aire, las pequeñas casas rojas, azules, amarillas, que uno diría están hechas para ser alineadas por niños en una mesa, las chicas guapas con faldas claras, la cabeza y el pecho cubiertos por la virginal mantilla de lana blanca, fina y ligera, ¡ah la tranquilidad, la divina tranquilidad! Me han acogido con toda cordialidad"
Las autoridades canarias, muy honradas por sus continuadas estancias y por sus actividades sociales (mencionemos la inauguración por el compositor del órgano de la Iglesia de Santa María de Guía) convinieron en hacerlo hijo adoptivo de la ciudad en el año 1900. También le construyeron en piedra un monumento frente al teatro Pérez Galdós, no muy afortunada en su ejecución, gris y aburrida, sobre la cual durante muchos años el público del gallinero arrojó colillas, desde la terraza del teatro, en los entreactos de los conciertos. Los domingos amanecían junto a la estatua los restos de alguna botella de ron de arehucas e incluso un día, un conductor ebrio, siniestró contra ella, dejando al músico, como destacó el cronista del periódico, petrificado.
Saint-Saëns dejó como recuerdo de su estancia en la isla dos composiciones, el Vals Canariote y Les Cloches de Las Palmas, cuyos enlaces dejo a continuáción.
Vals Canariote PdfMarylene Dosse – Valse Canariote, Op. 88
Marylene Dosse – Six Études, Op. 111 - Les Cloches De Las Palmas
Otros compositores de viaje por España: Liszt en Córdoba