En el proceso de documentación para ampliar conocimientos sobre la "Totentanz" de Liszt, me llevaron mis pesquisas hacia un extraño libro llamado "El libro de Satán", y en él hallé muy siniestras referencias a las relaciones satánico-musicales que nos ha legado la Historia, como la que recoge Heinrich Heine en sus "Noches Florentinas" sobre el contrato de compraventa entre el diablo y el famoso violinista Paganini. Heine nos muestra a un Paganini condenado a galeras por haber dado muerte a su bella amante, de quien dice haberlo hecho cornudo con un curilla, y en el transcurso de la condena traba amistad con su compañero de remo, un astuto demonio que le tienta con proporcionarle una técnica inigualable en el violín a cambio de su alma. No se nos dice el proceso de negociación, pero se hace constar que Paganini acepta el trato y se convierte en un intérprete asombroso, capaz de apasionar al público europeo desde 1808 hasta 1834.
Otros autores sostienen que Paganini es un demonio: los escritores antiguos y los retratos concienzudos representan a un Paganini de inspiración demoníaca, de manos y brazos extraordinariamente desarrollados. Lo vemos consumido en su delgadez insólita, pálido y cadavérico como un finado reciente, y provisto de agudos ojos brillantes: todo aquel que lo viera -se decía entonces- ya no podía olvidarlo jamás.
Sea por su aspecto poco convencional o por la creencia en estímulos satánicos, lo cierto es que algunos creyeron a fe ciega que Paganini había sellado en verdad un pacto con el desatado; otros lo tenían por ser diabólico, y no faltaban aquellos que afirmaban que Paganini no era un demonio cualquiera, sino el mismo Lucifer personificado. Cierto es que algún matiz tenía demoníaco, y era éste el gusto por el dinero -que son todos los demonios grandes amantes pecuniarios- y tal atracción hizo que cayera en ludopatías. Un día antes de dar un concierto en la ciudad de Liorna perdió tanto dinero que no tuvo más remedio que empeñar su violín. Un señor de nombre Livron le prestó un magnífico Guarneri del Gesú para que diera su recital y Paganini, al término del mismo se lo quiso devolver. El legítimo dueño, conocedor de las excepcionales cualidades del artista, no aceptó la devolución y le regaló el violín. "Nadie podría tocarlo mejor que usted", dijo. Este parece ser el violín que usó Paganini hasta su muerte, y que dejó en herencia al municipio de Génova, su ciudad natal, y que al escucharlo Schubert dijo que había resonado de manera angelical.
Ahora bien, el placer por el dinero no es suficiente para atormentar el recuerdo del compositor con su componente demoniaco. El poeta Alvaro Cunqueiro enumeró en varios de sus artículos del Faro de Vigo las atribuciones y costumbres de los demonios: devoran moscas, hieden a azufre y cubren sus ojos con el párpado inferior. Dado que no he encontrado ningún documento que atestigüe que Paganini poseyera estos caracteres me inclino a descartar que fuera una personificación de Satán. Otra cosa es que sus actos, sus gestos, y sus actitudes, como los de muchos otros, parecieran estar regidos por el maligno. Pero eso en sí mismo no basta para considerar a los intérpretes fogosos como poseídos.Yo lo interpreto más bien como una manifestación del extravertido o como una compensación por algún que otro defecto musical.
Ahora bien, el placer por el dinero no es suficiente para atormentar el recuerdo del compositor con su componente demoniaco. El poeta Alvaro Cunqueiro enumeró en varios de sus artículos del Faro de Vigo las atribuciones y costumbres de los demonios: devoran moscas, hieden a azufre y cubren sus ojos con el párpado inferior. Dado que no he encontrado ningún documento que atestigüe que Paganini poseyera estos caracteres me inclino a descartar que fuera una personificación de Satán. Otra cosa es que sus actos, sus gestos, y sus actitudes, como los de muchos otros, parecieran estar regidos por el maligno. Pero eso en sí mismo no basta para considerar a los intérpretes fogosos como poseídos.Yo lo interpreto más bien como una manifestación del extravertido o como una compensación por algún que otro defecto musical.
Veamos a continuación al gran violista William Primrose interpretar impávido uno de los caprichos de Paganini, donde se puede apreciar claramente el antagonismo entre lo demoníaco de la música y lo apolíneo de sus movimientos.
Otros asuntos siniestros sobre los compositores:
Compositores en el juicio final
Compositores en los cementerios de París